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«El baile es un valor social que sirve para desconectar y conocer gente»
Se crió en los espacios de Baserritar Etorbidea, en
Hondarribia; pero pace desde hace bastantes años en Irun, en la zona del
Juzgado. El baile le apasiona, pero no tanto como para lucirse en un
escenario sino para desarrollar la materia didáctica. Ainhoa Pardo López
nació para enseñar a bailar, algo que aprendió cuando que tenía cinco
años. Desde entonces ha pasado un cuarto de siglo. Nuestra protagonista,
que luce una belleza serena impresionante, es la amatxo de Jae
('respeto', en coreano), que tiene tres añazos. Estudió hasta BUP en el
Instituto de Hondarrbia y luego encauzó su vida hacia el baile. En más
de alguna ocasión se ha arrepentido de no haber seguido estudiando, pero
no deja de ser verdad que es muy feliz en lo suyo. Su formación
profesional se inició con Pilar Peña, a quien considera su maestra, a la
par que excelente amiga. Amplió su formación en Bilbao y en Jaca, donde
cursó cuatro años de ballet clásico. En el 'Bocho', ya daba clases
mientras estudiaba. También lo ha hecho en Sarylen, Artaleku y Olaketa,
hasta que hace diez años y después de tanto movimiento, decidió abrir su
propia academia, la que se ubica en la trasera de la Irungo Atsegiña.
Tiene muchos alumnos, los que desfilaron en los pasados carnavales
disfrazados de monjitas. Ainhoa fue madre superiora por un día.
-¿Por qué Ainhoa?
-Fue curioso. Mi aita (Jòse) quería que me llamase Josune, como mi ama. Pero élla se empeñó en Ainhoa y le ganó una batalla más.
-Parafraseando el término 'ITV', ¿te consideras HTV?
-Yo me reconozco hondarribiarra, pero el que sí tenía ese
signo fue mi bisabuelo, Ramón Azurza, que llegó a jugar en el Real
Unión y que era muy conocido por estos lares.
-Eres una 'vikinga' del Hondarribia contemporáneo...
-Sí, pero guardo muchos recuerdos del Hondarribia de mi niñez y de mi juventud, que fueron dos etapas vitales preciosas.
-¿Es bonito echar la vista atrás?
-Claro que sí (enfatiza). Para mí, Hondarribia es el
lugar perfecto para vivir. Si viniera de fuera a pasar unas vacaciones,
seguro que me quedaba a vivir aquí. Yo hago más vida en Irun, pero
tendría que venir más por Hondarribi, lugar que me dejó marcado con
aquella imagen que tenía cuando íbamos a jugar por la zona del 'Truck',
cuando no había polideportivo y el agua del mar llegaba casi hasta la
carretera. Pero, bueno, eso ha cambiado todo. Yo me quedo con aquel
paisaje, aunque el actual también tiene su encanto. En definitiva, los
recuerdos recuerdos son y esos no me los roba nadie.
-O sea que, disfrutaste mucho.
-Sí, jugando con piedras y palos en la calle, en la zona
del 'insti', que estaba sin asfaltar. Pasaba muchas horas con Ramón
Rivera. También con Xabi García, Ander Vilariño, Iván Iraola y Ander
Ugarte; con Miren Sanz o, entre otras, con las 'martas', Muñoz y San
Juan.
-¿Y cómo te dió por el baile?
-Pues mira, con cinco años fuí -más bien, me llevaron-
con Pilar Peña, con quien continué hasta los once. Vamos, la experiencia
me encantó y tras mi estancia en Jaca, volví a los quince años.
-¿Y qué fue éso que te encandiló del baile?
-Me enganchó todo y nunca lo he dejado. Siempre he tenido
claro que lo que quería era dar clases. En realidad, nunca he destacado
como bailarina. Yo disfruto en la academia, que es mi territorio. Se
dice que la meta de una bailarina es triunfar sobre un escenario. Pues
bien, mi objetivo siempre ha sido enseñar y transmitir conocimiento.
-Háblame de Pilar Peña.
-Es una profesional como la copa de un pino. Es mi mejor
maestra y siempre he intentado absorver sus lecciones. Solemos coincidir
bastante y no hay vez que no me enseñe algo nuevo.
-Y tú, de alumna a maestra...
-Lo conseguí y no es que esté contenta, estoy muy feliz.
-Me da que eres muy positiva.
-No sé si lo seré, pero siempre trato de que el alumno
nunca sepa cómo discurre mi estado de ánimo. Y es que, si te ve triste,
acaba estando triste; pero si te ve feliz, le contagias. Por eso siempre
he tratado de estar al cién por cién de lo bueno. Es algo que considero
obligado.
-¿Cuántos alumnos habrán pasado por tu academia?
-No sé, la tira, muchos centenares, que se han ido juntando por grupos en medio de un gran ambiente.
-¿Hay alguna edad para empezar a bailar?
-No hay ni edad ni nada. Puede bailar cualquiera, mejor o
peor, pero puede hacerlo. Esta práctica es un valor social que sirve
para mucho, para moverte, para desconectar, para conocer nuevas personas
y hacer amigos. Yo tengo una alumna de tres años y otra de cincuenta.
-¿Cómo se enseña a bailar a una cría de tres años?
-Muy sencillo, jugando con élla. Los niños llegan
reventados del colegio y no pretendo que me atiendan. Jugando, se hace
un trabajo de psicomotricidad que me ayuda a saber cómo están y a
conocerles, para actuar en consonancia.
-¿De qué das clase?
-De jazz y de funki, lo mezclo todo. Eso sí, sin
descuidar en absoluto la técnica, trabajo con música actual, que es lo
que quiere la chavalería.
-Total, que eres una joven y emergente empresaria...
-Y lo mío me ha costado. La academia va a cumplir diez
años, pero hasta hace dos me he dedicado a trabajar limpiando casas o a
pasar los fines de semana en bares y restaurantes. Cuando empecé, me
tiré a una piscina que no sé si tenía mucha agua y no sabía si me iba a
dar de morros.
-Pero lo has conseguido.
-Y estoy muy orgullosa. Comencé con veinte alumnos y
ahora tengo unos cuantos más. Pero te aseguro que era igual de feliz
entonces que ahora.
-¿Cómo está el sector?
-Hay academias a punta-pala, pero creo que hay tarta para todos.
-Me encantó el desfile de las monjitas.
-También fue por Pilar Peña, que me convenció. Pensé que igual no les iba a gustar a los chavales, pero terminaron encantados. ¡Y qué te voy a decir de mí.
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