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«Bigonzetti es un excepcional artista y una persona que no teme mostrar sus emociones»
Amandine Mano, bailarina de la compañia Aterballeto
- ¿A qué edad usted calzó sus primeras zapatillas de danza?
- Tenía nueve años y medio. Mis padres acababan de instalarse en Biarritz y me inscribieron en la escuela de ballet Gillet-Lipszyc de Anglet.
- ¿Cómo nació su gusto por la danza?
- Mi madre suele contar que antes de saber andar, jugaba a la bailarina, poniendo los brazos en corona o haciendo figuras de danza. Mi hermana mayor iba a clases de ballet y yo andaba siempre detrás de ella, mirándola, imitándola. Fue ella la que me comunicó esta pasión.
- Con 14 años, usted entró en el Conservatorio de Música y de Danza de Lyon. Es una edad joven para irse a vivir lejos de su familia, ¿no?
- En aquel entonces no me pareció difícil irme; yo estaba encantada de poder dedicarme al ballet y creo que mi inocencia y mi ignorancia del mundo en el que iba a entrar me ayudaron. Sin embargo, al cabo de un año, empecé a realizar la distancia que me separaba de mi familia y a padecer su ausencia. De aquellos años de formación, recuerdos momentos magníficos y horas desgarradoras.
- El año 96 coincide con su incorporación en la Academia de la Danza Víctor Ullate que le propone al año entrar en Ballet para una serie de representaciones. ¿Fue una experiencia decisiva en su carrera de bailarina?
- Bueno, todas las experiencias me han aportado algo en el plan artístico o personal pero aquella, la primera fuera de Francia, fue muy enriquecedora y también fue un reto muy importante. Yo era algo tímida y veía a Ullate como una persona fuerte que al mismo transmitía la gracia de una danza muy española que para mí tenía algo de exótico, entre comillas. Sabía que tenía que aprovechar a tope esa oportunidad que tenía de trabajar con él.
- ¿Fue una decepción el no poder al final pasar a integrar el Ballet de la Comunidad de Madrid?
- En aquellos años, la compañía tenía importantes dificultades económicas y no pudo guardarme pero, más que una desgracia, fue una suerte pues me obligó a moverme, a seguir avanzando.
- Y de hecho, usted siguió avanzando hasta colocar sus maletas en Italia: el Maggio Teatro de Florencia, el Ballet de Toscana y, desde hace cuatro años el Aterballetto de Reggio Emilia. ¿Ha supuesto un nuevo planteamiento de la danza?
- Sí, por supuesto. No lo he vivido como una ruptura sino como una complementariedad con lo anteriormente vivido y aprendido y también como el descubrimiento de un planteamiento de la danza propio de los italianos. En el campo de la creación, Mauro Bigonzetti (el director del Aterballetto) simboliza la generosidad y la energía que me gustan en Italia.
- ¿Qué enseñanzas saca usted de su trabajo con Bigonzetti, al que muchos consideran como uno de los más destacados coreógrafos italianos actuales?
- Mauro es un hombre con una H mayúscula y es un artista excepcional. Es una persona que no teme mostrar sus sentimientos, su emoción. Su danza es precisamente el reflejo de su personalidad: una danza sin engaños, enérgica, generosa, que siempre busca transmitir una emoción. El trabajar con él me aporta algo único que quiero ir profundizando aquí o en otra compañía.
- Usted abriga la esperanza de regresar a Francia para integrar una compañía gala?
- Es un tema que empecé a plantearme hace poco tiempo. ¿La edad quizás! La verdad es que, con 26 años, ya me gustaría regresar a Francia.
- De las personas que han marcado su trayectoria de bailarina, ¿con cuáles se quedaría?
- Bueno, cada uno de los encuentros que he hecho ha sido un paso hacia delante y por consiguiente, la lista de nombres sería demasiado larga como para enunciarla. Sin embargo, mi gratitud va a mis primeras profesoras de ballet, Hélène Gillet y Véronique Lipszyc, que fueron mis guías y me enseñaron el rigor y la humanidad, dos cualidades fundamentales en la danza. También agradezco a mis padres por haberme acompañado y apoyado siempre.
- ¿Siente angustia o excitación por bailar en Biarritz, «en casa», con el Aterballetto?
- Es un sentimiento extraño. No hay angustia sino una parte de estrés al saber que personas importantes para mí están entre el público. Pero domina la excitación y el placer por bailar.
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