Igorre fue su cuna y está considerado como uno de los intérpretes de folclore vasco más importantes del siglo XX, junto con León Bilbao y la panderista Maurizia Aldeiturriaga, destacando como albokari, trikitilari, dantzari, koplari y artesano de albokas y panderetas. Hecho ya un nombre, le alcanzó como el rayo la Guerra Civil en julio de 1936. Se enroló voluntario en el Batallón Arana Goiri, Compañía Gorbea, luchando en los frentes de Gorbea, Villarreal, Saibigain, Gernika, etc. Tras la rendición en agosto de 1937 de la mayor parte del Euzko Gudarostea en Santoña y Laredo (donde se encontraba él), le ingresaron en varios campos de concentración hasta diciembre de 1939, cuando fue puesto en libertad, sorteado un amago de fuga a nado que le amplió el castigo (la prisión, quiero decir...) medio año más.

Ya libre de condenas, Txilibrin regresó a Bilbao, donde acabó trabajando desde febrero de 1940 en los Astilleros Euskalduna, como remachador, hasta 1971. Este empleo lo compaginó con actividades folclóricas, tanto por libre con su inseparables Balbino Ojanguren y Salba Ugarte como en grupos de danza vasca: Dindirri, Beti Alai, Txindor, Andra Mari de Galdakao, Ballets Olaeta, Beti Jai Alai y Bizkai Euskal Folklor Elkartea, con los que recorrió durante décadas Euskal Herria, España, Europa y América. Asimismo colaboró hasta 1998 con La Caravana de la Alegría, con la que realizó centenares de actos culturales benéficos y sociales.

Vayamos a los orígenes, otra vez, por ver su carácter prodigioso. Con diez años Txilibrin comenzó el aprendizaje de la alboka y el pandero, junto a sus hermanos José Antón (dantzari y dultzainero), Bernardo (albokari, dantzari y koplari), Tiburcio (albokari y panderojotzaile), José Lagun (albokari, panderojotzaile, dantzari y koplari) y Benito (albokari y dantzari), de la mano de su tío Ignacio Uribarri (albokari), todos ellos mayores que él. La familia se juntaba todos los años (según puntualiza Iban Gorriti en la voz del amigo de la familia, Mariano Barrenetxea...) en Zamakoa, por fiestas patronales de Santa Cruz, en Galdakao, y el 15 de agosto en Igorre.

Era un hombre célebre en estas tierras. No en vano, en 1944 contrajo matrimonio con Carmen Basterra Goitia (Etxebarri, 1912; Bilbao, 2001), el 24 de mayo en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Indautxu. Como testigos tuvo a Justo Basterra, Agustín Piru Gainza y Alejandro Artetxe, exboxeador. Del matrimonio nacieron tres hijos: José Antonio (1945), Miguel Ángel (1948) e Ignacio Javier (1956), que les dieron cinco nietos: Mónica, Leire, María, Javier y Andoni. En 1998 le homenajearon Joan Mari Beltran, Kepa Junkera, Ibon Koteron, Carlos Subijana, Tapia ta Leturia o Alan Griffin y Joxan Goikoetxea en el Kafe Antzokia y en el Arriaga. No pudo vivirlo.

A la hora de su muerte, el 30 de julio de 2003, Kepa Junkera recordaba que Silbestre tocó el pandero con su abuelo e incluso fue pareja de baile de su madre, y destacó que era “una suerte le trasmitiesen la pasión por este tipo de música”. Junkera guarda una alboka dedicada por Txilibrin, porque el viejo albokari también las fabricaba.