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«Desde el mismo momento en que aprendí a andar, descubrí que quería ser bailarín»

Asier Uriagereka

Egilea
Maite Redondo
Komunikabidea
Deia
Tokia
Bilbao
Mota
Elkarrizketa
Data
2006/11/09
Su aita fue pelotari profesional, ¿pero había alguna tradicional familiar que le empujara a la danza?

En absoluto, yo no sé como surgió. Creo que quise bailar desde el primer día que empecé a andar. Tenía cuatro o cinco años cuando les dije a mis padres que quería ir a una escuela de danza.

¿Y cómo se lo tomaron ellos? Me imagino que en aquella época no era muy habitual que un chico quisiera bailar...

Los chicos de mi edad iban a baile popular pero, ballet... Eso era otra cosa. Al principio, no lo entendieron.

Su hermana Nerea es el número dos del equipo femenino del Athletic y usted primer bailarín del ballet de Montecarlo. Rompiendo tópicos...

Ja, ja. Así es. Ya ves, somos una familia moderna y adelantada. Pero, la verdad es que mis padres y mis hermanos se emocionan igual viendo a mi hermana ganar un partido que a mí subido al escenario.

¿También tuvo difícil sus inicios como otros bailarines vascos de su generación?

Es verdad que aquí no había muchas posibilidades para seguir una formación profesional. Yo empecé a los diez años en una academia de Mungia, con Koldobika Atxa, una profesora estupenda que daba baile y que se dio cuenta muy pronto de que no me podía enseñar más y me llevó a Bilbao, a la escuela de Jon Beitia. Más tarde,conseguí una beca en el Prix de Lausanne, en Suiza y pude acceder a la escuela de Royal Ballet, de Londres.

¿Y cómo aterrizó en el ballet de Montecarlo?

Al año de estar en Londres me dieron un contrato para una compañía de Birmingan. De allí me marché a Ginebra y allí conocí a Jean-Christophe Maillot, que me ofreció el papel de ‘‘Romeo’’ en ‘‘Romeo y Julieta’’, pero puse tantas ganas en hacerlo bien que en un ensayo me rompí el pié.

Eso se dice empezar con mal pié...

Efectivamente, pero no me di por vencido. No me preguntes por qué pero sabía que tenía que trabajar con Jean-Christophe Maillot así que hice las maletas y me presenté en Montecarlo. Y aquí estoy.

Siendo una de las primeras figuras de una de las compañías más prestigiosas del mundo...

Sí, estoy encantado, mi vida es el baile. Es una profesión que exige muchos sacrificios, yo trabajo ocho horas diarias, además del baile, hago yoga, pilates...Ser bailarín es un modo de vida porque estás continuamente luchando contra ti mismo, física y emocionalmente. Requiere un crecimiento continuo personal. Además hay que saber comunicar y emocionar al público.

¿Hay muchas envidias entre las figuras del ballet?

Hay mucha competencia, pero como yo digo, sana. Nadie intenta pisarte, ni en el sentido literal ni en el metafórico. Pero date cuenta de que es un mundo difícil y que cuesta mucho triunfar en él.

El ballet de Montecarlo es una compañía subvencionada por el Principado. ¿Qué pasa en Euskadi que no hay un ballet Nacional?

En muchos países la danza está apoyada por todas las esquinas: por el público, por las autoridades. Quizás aquí todavía falta un poco de educación de la danza. Pero me imagino que en un futuro próximo se podrá contar con un ballet vasco. Hay muy buenos bailarines. Muchos han estudiado aquí y, luego, han mirado al extranjero para experimentar otras cosas.

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