Recuerda cuando tenía diez años y a él el ballet no le decía gran cosa. Pero su padre, el bailarín, coreógrafo y maestro Gerardo Viana –un niño de la guerra que tuvo que escapar a la Unión Soviética, donde desarrolló una carrera referencial antes de volver y fijar su residencia en Gasteiz–, le metió en la escuela de danza. “Quería que me educase”, rememora Sergei Viana. Le empezó a coger el gusto “cuando tenía 15 años”, dando paso después a una reconocida trayectoria como intérprete y creador, antes de convertirse en profesor del Conservatorio de Danza José Uruñuela. “Le estoy muy agradecido a mi padre. ¿Quién puede decir hoy que hace lo que le gusta y puede vivir de ello? Yo tengo mucha suerte en este sentido”.
Dentro de las distintas clases que imparte en el centro se encuentra también la que ofrece solo para los bailarines. “En la danza, cuando empezamos a aprender, se enseña lo mismo. Pero a partir de cierta edad, desde los 13 y 14 años en adelante, la técnica se cambia. Con ellos se dedica más tiempo a la parte de allegro, que son saltos. La técnica de salto y de giro es muy importante para los hombres” dentro del ballet.
En su quehacer diario, reconoce que “mantengo una distancia con el alumnado e igual los chicos no tienen tanta confianza conmigo como para decir algunas cosas”, pero aún así recuerda una ocasión cuando el padre de un estudiante acudió a él para pedirle que su hijo no saliese en las imágenes que iba a tomar un medio de comunicación de manera previa a una gala del conservatorio. “No quería que luego tuviera problemas con los compañeros en el colegio”.
Describe que “a los chicos que hacen fútbol no se les ataca, solo a los que hacen ballet. Es por falta de información y educación”, máxime en un momento en el que hay jóvenes que “solo mueven el dedo gordo con el móvil”, una pantalla a través de la cual reciben “de todo y de manera muy agresiva”. Así que cuando hay alguien que se sale de lo habitual, que es un “cuervo blanco”, “van a atacarlo”.
De todas formas, Viana introduce también otro factor importante ante la escasa presencia de chicos, sobre todo entre los cursos de los más pequeños. “Muchos padres no ven que esto es una profesión como otra cualquiera”. Una percepción también basada en el hecho de que en España “hay poca salida profesional en la danza”, frente a lo que ocurre en países como Francia y Alemania. “Los padres tienen poca información sobre que esto puede ser una profesión de futuro. Puedes ser bailarín, luego profesor o monitor, o puedes buscar otras salidas relacionadas con la danza”.
Además, señala lo importante que es tener referentes, como algunos bailarines que ya han salido del Uruñuela. Aunque lamenta que Vitoria no cuente con un escenario que permita traer a compañías grandes, una presencia que también ayudaría en este sentido. Asimismo, “deberíamos ser capaces de hacer ver que hay futuro profesional. De hecho, como aquí hay un conservatorio de danza como el José Uruñuela, esto podría ser hasta base para una Compañía de Danza de Euskadi”, abriendo así el abanico de posibilidades laborales para el mañana.