La danza, aunque en este caso la propuesta vaya más allá, vuelve a pedir mañana protagonismo dentro de la programación del cuadragésimo octavo Festival Internacional de Teatro de Gasteiz. Lo hace, en este caso, de la mano de Cristiana Morganti, bailarina y coreógrafa que durante más de 20 años hizo su carrera, alcanzando gran reconocimiento, dentro de la compañía de Pina Bausch.
Justo cuando salió del paraguas de la formación se decidió a construir Jessica & me, que se pudo ver por primera vez en 2014. Se trata de un trabajo muy personal que lleva casi diez años recorriendo escenarios muy diferentes, llegando en esta ocasión a la capital alavesa. En concreto, la cita de este viernes en el Principal se producirá a partir de las 19.30 horas, quedando todavía entradas disponibles.
“Es una pieza muy sincera y es por eso es que llega a la gente, que el público la entiende”, sobre todo teniendo en cuenta que es una creación que nace casi a modo de viaje interior, de diario de la propia Morganti, de una intimidad personal y profesional. Una propuesta en la que se une la danza con el vídeo, la palabra grabada y otros elementos que configuran una producción de distintas capas.
Todo un reto
La creación surgió de un momento en el que Morganti decidió romper con la lógica. Tenía la seguridad laboral de trabajar en una compañía de referencia, además teniendo el puesto asegurado. Pero decidió irse. Lo hizo para seguir bailando cuando tenía 45 años, aunque es una edad en la que muchos intérpretes ya han dejado las tablas. Y además tomó la decisión de crear sus piezas alejándose de lo que había realizado hasta ese instante y contando con personas con las que no había colaborado en la formación de Pina Bausch. Es decir, quiso rizar el rizo.
La apuesta funcionó, eso es evidente, porque casi diez años después la artista sigue dando rienda suelta a ese camino propio. Por supuesto, a este espectáculo, a una obra “en la que quería experimentar, en la que buscaba un lenguaje escénico, en la que pensaba en crear, también desde el sentido del humor, una poética, una mirada”.
Esos apoyos externos, de artistas procedentes además de distintos campos e intereses, ayudaron a configurar un montaje que tiene como referencia a ese personaje llamado Jessica, un alter ego que, sin ser del todo consciente, la artista creó cuando era pequeña. “Ella es fantástica y no ha cambiado nada en estos casi diez años; a mí no me pasa lo mismo porque mi cuerpo va cambiando”, dice con una sonrisa la intérprete y coreógrafa. Lo cierto, confiesa, es que después de cada representación “acabo emocionada y tocada”. Así pasará en Vitoria.