El arrepentimiento es un sentimiento universal. Para liberar carga y viajar ligeros, la compañía NODE prepara el espectáculo de sala Me arrepiento, un “vodevil” que presentará el 25 de mayo en Gazteszena. Ion Estala y Iosu Yeregui, dos de los tres intérpretes de esta obra que mezcla danza, performatividad y música en directo, se encuentran actualmente trabajando en una residencia en el centro de creación Dantzagunea, en Errenteria, antes de saltar a la residencia técnica que desarrollarán la semana que viene en el citado auditorio de Egia. En Me arrepiento, que contará con una versión en euskera que se estrenará a finales de año, serán tres sobre el escenario. Además de Estala y Yeregui, contarán con la actuación del músico madrileño Rev Silver.
Esta pieza, explica Yeregui, no se centra “en qué cosas hacen que uno se arrepienta”, sino que pone el foco en el “cómo”. Es el ejercicio al que se lanzaron cada uno de los dos cuando empezaron a investigar ya en octubre 2022. “En este tiempo cada uno de nosotros ha encontrado herramientas diferentes para intentar saber cómo nos enfrentamos al arrepentimiento”, explica Estala. Al principio se plantearon “ir de la mano” hasta que se dieron cuenta que esa no era la vía, que cada uno tenía que “abrazar” su propia manera de enfrentarse a la cuestión para luego, sí, “plasmarlo de la misma manera en escena”. Así, los dos performers dialogan y discuten sobre las tablas mediante el movimiento, la música y algo de texto.
Al hablar de eximir la culpa, es inevitable partir de la cuestión moral devenida de la religión, es decir, del contexto social. “Partimos de ahí”, reconoce la pareja de artistas. En este sentido, han explorado el arrepentimiento a través del catolicismo que les ha venido dado, pero también han llamado a la puerta de otras tradiciones para ver cómo se enfrentaban a esta misma cuestión. Todo ello para llegar a la “religión pagana”, que bebe tanto del folclore como de la celebración y de otros ritos que se dan, en ocasiones, en las discotecas, es decir, “en otro tipo de iglesias”.
Del rito al humor
Me arrepiento, explica Yeregui, comienza en el rito y acaba con cada uno de los tres intérpretes en escena enfrentándose a sus arrepentimientos “desde el humor”. Ese es una de las armas con las que intentan culminar la carrera con la que “conseguir la medalla de oro”, que no es otra cosa que liberar el peso sobre los hombros en un “vodevil” con el que, aseguran, el público podrá verse identificado y que seguro que esgrime alguna que otra sonrisa.
Han utilizado todas las herramientas que han encontrado en el camino. La danza y el movimiento es lo que permite que Me arrepiento avance. No es el único viaje, la música y el canto en directo, las proyecciones constantes e, incluso, un vestuario que cambia constantemente también permiten “viajar” a la pieza. “Intentamos demostrar con todo ello el viaje interno que hemos hecho nosotros”, dice Yeregui, para añadir que han comprobado que el respetable “conecta” con lo que ve en escena y que involuntariamente se conforma “una comunidad de los no arrepentidos” a través de las emociones.
Una creación viajera
Esta pieza, de 45 minutos de duración, ha recorrido un largo camino hasta su estado actual. Cuando sintieron la necesidad de crearla, allá en 2022, se presentaron a Harrobia, una plataforma bilbaina de apoyo a la creación, en un momento muy incipiente del proyecto. “Que nos cogiesen estando Me arrepiento en un estado tan embrionario, fue un chute para nosotros”, explica Estala.
Más tarde fueron seleccionados en el programa Cruces de Camino Escena Norte, que les permitió trabajar la pieza en otras comunidades del Estado. En su caso, viajaron a Galicia y comenzaron a trabajar con Paula Quintas, que ejerce de directora coreográfica. Tras la experiencia gallega, consiguieron acceder a una ayuda de producción del Gobierno Vasco y también de ser seleccionados por Azala, un espacio de creación situado en Lasierra (Araba), en el que pudieron probar la pieza. Fue allí, con la mentoría de Idoia Zabaleta, donde repensaron la obra y cogieron un nuevo impulso con el que acabaron en el Contenedor Cultural UMA de la Universidad de Málaga en el que presentaron una versión de Me arrepiento con 35 minutos nuevos. “Fuimos asustados, desconociendo si habíamos acertado o no. Lo hicimos y tuvimos una gran acogida”, expone Estala.
Ahora se enfrentan a los últimos días en Dantzagunea, espacio en el que han estado practicando, sumando las distintas fases de creación, unas diez semanas. “Gracias a espacios gratuitos como Dantzagunea esta obra existe”, concluye.