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Dos hermanos, una raíz
La cultura vasca en Argentina ha sido fuente de innumerables historias de vida y de cruces de caminos; esta historia comienza en Etxalar y continúa al día de hoy en Argentina.
Arrecifes es una ciudad situada al norte de la provincia de Buenos Aires, en plena región pampeana, de llanuras inmensas, hoy sinónimo ineludible de Argentina. Esa zona fue la que cobijó a los vascos, sobre todo a fines del siglo XIX y principios del XX. Estos inmigrantes se desenvolvieron en diferentes actividades vinculadas al campo. Allí, en 1921 se fundó “Euskaldunak Denak Bat” institución vasca que tuvo como principios la solidaridad con otros vascos que llegaban a nuestras tierras y la difusión de las expresiones culturales de Euskal Herria.
Una historia, la de dos hermanos, será la que nos dibuje el camino que tantas vascas y vascos han trazado en estas tierras.
Celestino Etxaniz Iturria nace en Etxalar el 6 de abril de 1891 y viaja desde Euskal Herria para llegar a la Argentina en 1910 donde encuentra trabajo en un almacén de Ramos Generales en el Chaco, una profesión que junto a la de lechero numerosos vascos han desarrollado. Su hermano Lucio Etxaniz Iturria nace en Etxalar el 13 de Diciembre de 1896 y llega a Argentina en 1812, después de Celestino, mientras que sus hermanas se quedan a vivir en Etxalar. Lucio estudió pintura y vitreaux, formación que le abrió un campo laboral más amplio que a su hermano Celestino. Lucio se casó con una andaluza llamada Amalia Montes, con quien tuvieron 4 hijos, mientras que Celestino nunca se casó.
Los dos hermanos pasaron por diferentes ciudades hasta que llegaron a Arrecifes donde se relacionan con otros vascos y en especial con los de la euskal etxea. Las festividades que celebraba la colectividad eran varias: Aberri eguna, San Fermín y sobre todo San Ignacio, fiesta que congregaba a vascos de todos los pueblos colindantes de Arrecifes.
Ambos llegaron de Etxalar sabiendo bailar, conformando en Arrecifes el cuerpo de danza “Itxarkundia”. Lucio enseña y dirige los bailes acompañado del txistulari Tiburcio Bilbao y de Celestino en el atabal, los hermanos Etxaniz eran grandes amantes de la música. Celestino fue un autodidacta en materia musical, aprendió solo a tocar el atabal.
El repertorio de danzas estaba compuesto por dos tipos de bailes, los vascos; fandango, arin-arin, zinta dantza, sagar dantza, ezpata dantza, San Migel, y los argentinos, aprendidos y enseñados por Lucio: gato, chacarera, zamba, pericón; la integración como postulado estético era una prioridad para el director de Itxarkundia. En el medio de la fiesta era una costumbre pedirle a Celestino que bailara un fandango a su estilo: arriba de la mesa, acompañado de Tiburcio. Ese era un espectáculo que todos disfrutaban, Celestino compartía todo lo que sabía en las fiestas. Allí tocaba el atabal, bailaba y disfrutaba junto a todos.
Los ensayos, como afirma la hija menor de Lucio, “Cusa” Etxaniz: “eran una mezcla de rigurosidad y cordialidad, donde las dos patrias, la propia y la heredada se unían”. Este cuerpo de danza también bailó en Pergamino, San Nicolas, San Antonio de Areco y Villa María. Tres hijos de Lucio eran dantzaris, entre las cuales se encontraba “Cusa” Etxaniz. Su hija Laura, nieta de Lucio define a “Cusa”: “Con sus 83 años mi madre sigue participando de todas las actividades vascas no solo de Arrecifes sino de Argentina”.
Celestino fue administrativo de la Euskal etxea y falleció en 1977, mientras que Lucio trabajó buena parte de su vida como empleado contable hasta 1988 cuando falleció. Su familia, Arrecifes y la colectividad vasca siempre los recuerda por su inmensa obra a favor de la cultura y danza vasca en Argentina.
Todas las fotos son del archivo de la Euskal Etxea "Euskaldunak Denak Bat" de Arrecifes, excepto la 0 (mural) que es de Gaspar Jaurena.
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