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1926. Los niños bailan en torno a un árbol
La calle de la memoria
Hubo
muchos años en que bailaban en torno al árbol niños dantzaris, tiempos
en que se prescindió de la quema del árbol por considerarse peligrosa
para las casas de la plaza, como recordaba Javier María Sada el otro
día, y hasta momentos, como en 1916, en que la cita se suprimió
directamente porque «era fiesta de incultura, de instinto cruel, era un
auto de fe...».
Viajamos en el tiempo hasta la víspera de San
Juan de hace ochenta años, a la «San Juan Jaya 1926», como podía leerse
en una orla de hojarasca que se colocó en la plaza. Una tarde en la que
los niños, divididos en dos grupos, los aurreskularis y los dantzaris
txikis, eran los protagonistas de la tarde.
Según un relato
posterior en la sección Koxkas, «poco antes de las seis de la tarde los
juglares del Ayuntamiento vestidos de gala acompañaron a los dantzaris
txikis desde las dependencias municipales de la calle Garibay, donde
estaba la Academia de Danzas Vascas, hasta la plaza. Poco después,
llegaba a ésta el clero de San Vicente presidido por el párroco don
Vicente Barrena, precedido por la Banda Municipal. El coadjutor
reverendo Ormazábal leyó la epístola de San Juan, procediéndose después
a la bendición del árbol, retirándose a continuación el clero mientras
se interpretaba por la Banda la marcha de San Juan».
Dieciséis
parejas de niños y niñas encabezados por Anita Torregaray y Federico
Revestido bailaron en 1926 el aurresku infantil, que concluyó con todos
en kalejira, bailando en torno al árbol en llamas.
Tras un
pot-pourrí de músicas vascas a cargo de la Banda Municipal que entonces
dirigía el maestro Ariz, «actuaron los dantzaris txikis que capitaneaba
Olegario Garín, un mocete de diez años (...). Ejecutaron varios bailes
zaldiviarras, el makil-dantza, el jorrai-dantza y la danza de las
rodelas. Todos ellos lo hicieron a la perfección, poniendo de
manifiesto la gran labor que desarrollaba el maestro José Lorenzo
Pujana así como los directores de los aurreskularis Ramón Zapirain y
Juan Ignacio Uranga».
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