No existen memorias escritas del fotógrafo y activista humanitario francés Philippe Gaussot (Belfort, 1911- Chamonix, 1977). No, al menos, que se conozcan. No obstante, gracias a su meritoria labor documental a día de hoy podemos evocar cómo eran las colonias que la infancia vasca exiliada habitó entre 1937 y 1940 en Francia: tanto en Las Landas como en Aquitania. Su cámara fotografió a las personas evacuadas de los territorios vascos en Cadaujac, Burdeos, Saint Vincent de Paul, Verdelais, Sauveterre de Guyenne o Saint Félix de Foncaude. Episodio poco estudiado hasta la fecha, comienza a ver la luz gracias a exposiciones fotográficas en el Estado basadas en la obra de este histórico referente. La última que se ha inaugurado con esta temática se puede visitar hasta febrero en el Museu Memorial de l’Exili (MUME), de La Jonquera (Girona), bajo el título en catalán: Philippe Gaussot: Fotografia i treball humanitari amb els refugiats de la Guerra d’Espanya.

Otro capítulo apenas investigado es la creación en aquellos años de entre guerras del Comité Nacional Católico de ayuda a la infancia vasca en Francia. El realizador y guionista Felip Solé estudia esta entidad y es el comisario de la muestra del MUME. “Gaussot tiene fotos fantásticas de las colonias. Otras, extraordinarias, de cómo fue la retirada. Y también de los campos de concentración de la Catalunya francesa”, abrevia a este periódico el cineasta de películas como Tornarem, y enfatiza que fue un obispo vasco quien en Dax (Las Landas) auspició el comité católico.

Clément-Joseph Mathieu Lorda fue un religioso nacido en el municipio labortano de Hazparne en 1882. En 1924 fue nombrado, según la enciclopedia Auñamendi, canónigo superior del Pequeño Seminario de San Francisco-Xabier de Ustaritz. “Fue allí donde se sintió, sin duda, más vasco, interesándose vivamente por las clases de euskera del seminario, las de historia del país y el enriquecimiento de la biblioteca sobre temas euskéricos”, ilustran. Junto con el cardenal Jean Verdier fundó el comité de ayuda a los refugiados vascos. A aquella agrupación solidaria se unió el fotógrafo Gaussot, un creyente de izquierdas diplomado en la Escuela Nacional Francesa de Ultramar. “Las fotografías las descubrió su hijo Jean-Philippe en una maleta a la muerte de su padre en Chamonix”, agrega Solé. Entre ellas, se escudriña a niños vascos formando parte de actividades de la cultura euskaldun como son danzas del folclore o partidos de pelota mano y mostrando en los edificios símbolos característicos como ikurriñas, laburus o la fotografía del lehendakari Aguirre. “Los niños vascos, unos seis mil, fueron los primeros en llegar, porque más tarde también se sumarían asturianos, o catalanes, entre otros”, explica Solé quien detalla que el comité llegó a registrar 200.000 fichas de niños, mujeres, otros civiles y militares republicanos exiliados. “Al llegar los nazis a Francia, los obispos mandaron destruir estas credenciales. De hecho, lo poco que se ha podido conseguir ha sido en 2019 porque los alemanes se lo llevaron”.

Con el paso del tiempo, surge un conflicto debido a que el Gobierno vasco trató de mantener a sus menores juntos y exhibiendo sus símbolos. “Tras una época muy vasca, se da un pequeño conflicto con los trabajadores vascos. De hecho, hay un documento en el que se informa de que el último empleado de Euskadi se niega a quitarlos. Es decir, según pasa el tiempo el comité se transforma para adaptarse a los nuevos escenarios de guerra para ayudar a los miles de refugiados de España.

Viajes clandestinos

Gaussot, ayudado por un puñado de camaradas catalanes y vascos, cruzó a menudo la frontera para proveer a la población civil republicana sumida en los desastres de la guerra. En febrero de 1939, en los últimos días de la Retirada de Catalunya hizo su último desplazamiento clandestino y regresó en un camión cargado de niños y mujeres: “Nuestro último viaje fue a Puigcerdà, donde conduje un camión de siete toneladas, con la ayuda de dos milicianos, por calles minadas”, resaltó.

Ya en Francia, el fotógrafo activista y el Comité Nacional Católico proveyeron varios campos de concentración y ayudó a fundar asentamientos para mujeres y menores. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, al no poder ser movilizado por problemas de salud, siguió como Delegado Nacional del comité y crea un nuevo equipo con catalanes que se encargan de montar el servicio de trabajo para la reconversión de exiliados. De esta forma, convirtió a abogados o comerciantes en torneros o ajustadores. La llegada de los nazis significó el fin del colectivo y el fotógrafo se incorporó de forma activa en la resistencia francesa en las Fuerzas Francesas del Interior. Al terminar la contienda, se estableció en los Alpes, en Chamonix, donde trabajó como periodista en Le Dauphiné Libéré hasta su muerte bajo las faldas del icónico Mont Blanc.

Años después de su muerte, Felip Solé, pudo acceder a los negativos y por su mediación confiados a la asociación 24 Août 1944 de París. “Todo este equipo, con la complicidad del historiador Gregory Tuban, hemos trabajado con el MUME para mostrar por primera vez en Catalunya esta selección de más de un centenar de fotografías”, señalan.

El director del centro, Miquel Aguirre, avanza que la muestra se divide en dos partes. Por un lado, la serie de fotos de Gaussot y las colonias infantiles del Comité Nacional Católico (1937-1940) representan la acogida de niños vascos y catalanes enviados a Francia para escapar de los horrores de la guerra. “Lejos del sonido de las armas –valora Aguirre–, pudieron volver a sonreír en los bancos de las escuelas o haciendo tareas y juegos colectivos”.

Por otro lado, la retirada y los campos de concentración (1939) muestran los caminos y circunstancias difíciles del exilio de los refugiados republicanos. “Estas imágenes –concluyen– transmiten al público no solo el desastre humanitario del éxodo o la ansiedad y la angustia de esa gente, sino también el orgullo, la dignidad y, sobre todo, su combatividad”. Su ejemplo.