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Nacho Duato: "Los premios los tengo en el cuarto de la plancha"

Se cumplen 30 años de su llegada a la Compañía Nacional de Danza y 10 desde que la dejó, tras dos décadas de oro. Ahora, terminadas sus largas estadías en Rusia y Alemania, Nacho Duato lleva meses de regreso en España, desde donde ejerce como director artístico del Ballet Mikhailovsky, de San Petersburgo, y sorprende como jurado en el ‘talent show’ ‘Prodigios’. El hombre que revolucionó la danza en nuestro país hace balance y nos abre las puertas de su casa.
Egilea
Diego Bagnera / Argazkiak: Daniel Méndez
Komunikabidea
XL Semanal
Mota
Elkarrizketa
Data
2020/03/11
Lotura
XL Semanal

Es una de esas figuras cuya imagen pública llega a eclipsar, a veces, la colosal obra que cimenta su relevancia en el mundo de la danza. Una carrera iniciada a sus 17 años como bailarín en Londres e hilvanada desde sus 23 por coreografías que hoy representan las más celebradas compañías del mundo. No obstante, Nacho Duato destaca por sus 20 años al frente de la Compañía Nacional de Danza (CND), entre 1990 y 2010. Dos décadas que marcaron un antes y un después en la danza en nuestro país. Tras ser ‘sonoramente’ cesado en 2010, se marchó de nuevo al extranjero y fue director artístico del Ballet Mikhailovsky, de San Petersburgo, entre 2011 y 2014, y del Staatsballett de Berlín, entre 2014 y 2018. En 2019 regresó al frente del Mikhailovsky, esta vez con base en Madrid. Allí nos recibe en su casa en medio de los preparativos de su coreografía White darkness para la Ópera de Viena, desde donde partirá después hacia el Joyce Theatre de Nueva York, y de allí a Stuttgart e Innsbruck.

XLSemanal. ¿Siente que aquí se lo conoce realmente?

Nacho Duato. No, se me conoce más por los anuncios, las fotos… que por mi trabajo; pero no se tiene idea de lo que hago fuera ni de lo que represento como coreógrafo.

XL. ¿Y cómo se comunica esto?

N.D. Es que quizá no se puede comunicar. En La Sexta, Ana Pastor está haciendo este programa de Dónde estabas entonces. Y yo no quiero que se hable de mí, pero es que no han hablado de danza ni de arte en absoluto. Sí de Operación Triunfo y otras cosas. Y la Compañía Nacional de Danza fue una revolución total. Fuimos la primera compañía española que bailó en el State Theatre de Nueva York, en el Brooklyn Academy, en la Ópera de Sídney, en el Théâtre du Châtelet de París. Y fui el primero que ‘salió del armario’, pero esto les da igual, no les interesa. Es más importante Paquita Salas. Y cuando me invitaron al programa de Risto Mejide, lo mismo.

XL. Qué pasó.

N.D. Me dicen que nuestra charla irá acerca de la belleza, y yo pienso, naturalmente, en la belleza en la danza, en el arte. «No, no -me dijo-, va sobre tu belleza física». «Pues ya vas un rato tarde. Me tendrías que haber llamado hace años», le dije. «¿Tú me has visto bailar?». Y me responde: «No». «¿Tú has ido a ver a la Compañía?». «No». «¿Y entonces para qué me llamas?». «Porque me interesa tu personalidad», dice. Pero es que a mí no me interesa que la gente conozca mi personalidad, me interesa que conozca mi trabajo. Eso lo cortaron.

XL. Quizá por eso es bueno que usted haya aceptado participar en Prodigios, el talent show de La 1.

N.D. A mí no me gusta demasiado la televisión y siempre me han llamado de cosas como MasterChef, pero esto me pareció distinto. Al ser con niños de 10 a 16 años que se dedican a estudiar música clásica, a cantar ópera y a bailar, por mucha frivolidad que haya, que la hay, no se puede desmadrar porque al final se habla de Giselle, de Bach, de una trompeta y de un piano. Está bien.

XL. España exporta buenos bailarines, ¿no?

N.D. Históricamente, no. Yo fui el primero y, por entonces, muy pocos salían. Ahora hay más, pero son grandes nombres como Ángel Corella, Tamara Rojo… gente que destaca mucho, pero al margen de eso no hay tantos. Lamentablemente el Ministerio de Cultura, o a quien le corresponda, no se lo toma en serio. Somos, con Rusia, el país de Europa con más folclore de danza y música y, a la vez, el único que no tiene una compañía nacional de danza con su propio teatro para exhibir sus trabajos. El único país en toda Europa. Y no me canso de decirlo, y caigo mal a la gente por decirlo.

XL. Antes de las elecciones sí se había anunciado que se avanzaría con la construcción de un nuevo teatro para la danza, como sede del Ballet Nacional de España y de la Compañía Nacional de Danza.

N.D. Ay, por favor. Pero si ya está el Teatro Real. Y está también el de la Zarzuela. No se necesitan teatros nuevos. Puedes tener una compañía en el Real y otra en la Zarzuela [como sedes permanentes de la CND y del Ballet Nacional]. El Real tiene 11 espectáculos, de media, al mes. Solo 11 funciones: ¿qué hacen los otros 20 días? ¿Ensayar? ¿Ensayar qué? Cada vez que he ido al Real a hablar con [Joan] Matabosch me ha parecido un cementerio de dinosaurios. El escenario está vacío. Entras como en un mausoleo. Y la Zarzuela, más o menos igual. La danza y las artes escénicas son para el público, para que crezca la gente, no para cuatro burgueses. Los que están en la fundación son cuatro que no tienen ni idea, pero que son de buenas familias, gente con apellidos…

XL. ¿Cómo le explicaría para qué sirve la danza a alguien que, por circunstancias sociales y económicas, no ha tenido una formación cultural?

N.D. Mira, yo trabajo aquí con dos fundaciones, en una con niños y niñas de familias desestructuradas, niñas que son prostituidas, que llegan con quemaduras, a las que viola el padre, el hermano, el abuelo. Y las acoge una fundación, la Fundación Canis Majoris. La otra es la Fundación Eddy-G, un hogar para jóvenes del colectivo LGTBI, víctimas de violencia familiar, bullying o cualquier otra forma de LGTBfobia. Yo colaboro con ellos y ves cómo a través de la danza las vidas de estos chicos mejoran.

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“Empecé a pintar cuando dejé de bailar. Necesitaba encauzar mi energía creativa en algo y fueron mis amigos Pin Morales y Román Arango quienes me empujaron a pintar”

XL. ¿La danza es terapéutica?

N.D. Mucho, y muy importante no solo para esos niños: para cualquiera. La danza es matemática, es geometría, es disciplina, es respiración, es creatividad, y encima los deja con mejor tipo. Aunque no lo vayan a usar en adelante, que un niño o una niña bailen los ayuda toda la vida. Es muy importante la correlación directa que hay entre movimiento, imaginación e inteligencia emocional. La apertura que se experimenta no se da solo en su cuerpo.

XL. ¿Qué le ha aportado a usted la danza?

N.D. Ante todo, disciplina. Sin esa disciplina, me vuelvo loco. Y me ha enseñado mucho a aguantar.

XL. ¿En qué sentido?

N.D. Soy director desde los 30 años. Estar desde muy pronto del otro lado del escenario me ha hecho, por un lado, estar muy solo, porque en cuanto eres coreógrafo de la casa, tus amigos ya te envidian y no quieren estar contigo, y, por otro lado, me hizo observar mucho y aprender mucho. La danza es de las cosas que más satisfacciones me han dado, cuando más me he olvidado de mí mismo, que es cuando mejor se está, no?

XL. ¿Y le pasa más bailando que coreografiando?

N.D. Coreografiando también me vuelvo bastante loco, y te olvidas de ti, pero bailando más. Bailar es como rezar. Claro, yo no voy a rezar, pero en la barra haces lo mismo… y además con música; y tienes que estar recto, que también al rezar se adopta una postura recta, o te arqueas en redondo, como los musulmanes. Es un ejercicio que se repite. Y eso te pone en contacto con… el más allá.

XL. ¿Y qué le ha quitado la danza?

N.D. Nada. No me gustan estos artistas -sobre todo, las folclóricas- que dicen que hacen lo que hacen por amor, y que sacrifican a la familia y esas cosas; si no me he casado, es porque no me ha dado la gana.

XL. Pero esta idea del bailarín asociado al sacrificio ¿usted nunca la ha vivido?

N.D. Pero es que eso del sacrificio es una tontería tan grande… Sacrificio es el que ha hecho el que ha cogido la patera hasta aquí, el pobre que está aquí abajo durmiendo en el Bankia. ¿Es sacrificio estar cuatro horas en la barra? Viajar con Maurice (Béjart), que nos íbamos 20 horas en autobús y luego nos hacía bailar La consagración…? Pues sí, te duele un poco el cuerpo, pero ¿sacrificio…? ¡Sacrificio!… que es una cosa católica horrorosa… De sacrificio, nada. Cuando alguien te cuente: «Ay, lo que he sacrificado en mi vida… y me he tenido que ir de España» -¡maravilloso!-, «he tenido que dejar a mi familia» -¡lo mejor!-… [ríe].

XL. Pero habrá algo duro de llevar.

N.D. Lo peor para nosotros es que somos unos continuos amateurs. Mi abuelo, por ejemplo, que era médico, primero fue catedrático, luego rector, y luego no sé cuántos excelentísimo… Pero en un bailarín jamás es así. Eres amateur hasta el último día. Yo siempre hablo de mi abuelo porque es la persona que más admiro en el mundo. Él nunca perdió la curiosidad por seguir sabiendo. Con 101 años seguía estudiando.

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Duato haciendo calceta en Londres para pagarse la carrera: vendía mallas y bufandas a sus compañeros

XL. ¿101 años…?

N.D. Sí, 101. Era maravilloso. Y encima a los 90, el día que los cumplió, se disfrazó de viejo… [se ríe a carcajadas].

XL. Sabíamos de su padre, que era gobernador de Alicante, y de su familia numerosa, pero no de este abuelo, ¿quién era?

N.D. Bueno, a mi familia yo le doy igual porque son todos más importantes que yo… Pero mi abuelo era este señor [Duato coge un libro y me lo extiende]. Juan José Barcia Goyanes. Está en el Libro de los Guinness porque en su familia fueron siete generaciones seguidas todos catedráticos. Escribió, entre otros, un libro etimológico de anatomía, que exige saber arameo, hebreo, sánscrito… Hablaba 20 idiomas. De niños nos hacía leer la Biblia y nos daba una peseta por cada parte del cuerpo que encontrábamos mencionada: hígado, sien, codo… A él le servía para buscar después esas palabras en hebreo y empezar a tirar de ahí.

XL. Siga.

N.D. Él era muy franquista, el pobre, pero a mí me da igual que algunos lo fueran cuando eran tan inteligentes. Fue el primero que abrió una cabeza en España, que operó un tumor cerebral. Como era tan inteligente, era de los pocos de mi familia que me preguntaba: «Y cómo te va, qué tal lo llevas». A mí, cuando me preguntan, «en quién te inspiras», yo siempre digo: «En mi abuelo, porque él es el artista». Si uno dedica su vida, con amor y con disciplina para el bien de los demás, imagínate. Era un artista.

XL. Viéndolo, se diría que le va tan bien la salud como a su abuelo….

N.D. Bueno… estoy bien. [Sin dejar su silla, levanta su pierna izquierda hasta por encima de su cabeza].

XL. Sigue entrenando…

N.D. No. Puedo bailar, pero no quiero. El problema es que yo empecé siendo más joven que mis bailarines, y ahora soy ya como su abuelo. La compañía se mantiene en la misma edad, pero tú vas creciendo. Al principio, cuando eres más joven, te llevas bien, sales de gira y tal. Yo voy ahora de gira y estoy solo, rodeado de bailarines de 25 y bailarinas en tutús. Entonces me voy a la habitación, me bebo el minibar y ya está [ríe].

XL. ¿Tiene aquí en su casa un espacio para coreografiar o una barra al menos?

N.D. No, no, no. Procuro no tener nada de danza en casa. Bueno, está este busto de Tchaikovsky, pero al margen de eso no tengo nada. Una foto de ballet aquí me puede horrorizar. Y hay muchos premios, que trato de esconder. No me gusta nada eso de tener todos tus premios ahí juntos, a la vista. Pero, claro, hay muchos, la verdad, y casi todos están detrás del sitio de la plancha… De hecho, la mayoría de los premios me los dejo en el hotel.

XL. ¿Sí?

N.D. Sí, debajo de la cama o en un armario, porque no me gustan; algunos suelen ser muy feos.

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Su foto favorita: la de su pasaporte, a los 20 años.

XL. Sigo con el balance: también le ha ido bien en lo profesional y se lo ha reconocido.

N.D. Sí, pero no quiero que se me reconozca más. Ya se me reconoce demasiado. Sí me interesa que crezca el respeto por mi profesión. Me imagino que, por inercia, mis creaciones vivirán un poco más que yo, pero lo demás -que se me recuerde- me importa tres pepinos. Te olvidarán, porque al final te olvidan. Y ahora me preguntarás por el amor, ¿no?

XL. En efecto. ¿Qué balance hace de su vida sentimental?

N.D. A mí no me interesa en absoluto compartir mi vida con nadie. Lo he intentado, y al año no sabía qué hacer con esa persona aquí en casa. Y ahora más; a esta edad, me apetece mucho menos. Eso de levantarme por la mañana y ver a alguien por aquí. No lo necesito. Me gusta estar solo, ponerme música y estar en silencio. Pero a veces echo de menos compartir. Mi madre siempre me decía: «Qué pena, tienes un estreno y nadie para compartirlo». Eso es verdad y a veces me da rabia. Pero bueno, compartirlo sí, pero luego hay que levantarse por la mañana y desayunar y todo eso, y ahí yo ya no. Admiro a la gente que tiene pareja y que puede vivir así.

XL. Y ¿cómo lleva ese momento al final del día en que se mete en la cama y apaga la luz?

N.D. Mira, yo me acuesto por la noche, y entonces digo: «Hoy no me voy a tomar un Orfidal, porque estoy muy cansado». Entonces me acuesto, leo algo… y al cabo de una media hora es como un faro que va diciendo en bucle: Orfidal, Orfidal, Orfidal… Y me lo tengo que tomar; si no, no puedo dormir. Y el otro día, tiene gracia, leo en el prospecto: si pasa usted de 15 días tomándolo consulte con su médico porque no sé qué… Llevo 15 años… [ríe]. Qué te gustaría hacer, me preguntaron el otro día; se referían a algo relacionado con la danza. Y yo dije: «Dormir algún día sin pastillas».

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“Mis cuadros nacen más de un gesto no medido que de algo calculado. No tengo paciencia para hacer algo excesivamente formal, y no me gusta mucho lo figurativo. En cuanto alguien asocia un trazo con alguna forma concreta, me deja de gustar”

XL. ¿Pero a veces lo consigue?

N.D. No. No… Y, oye, la mayoría de la gente es así, pero es que no lo dice. Les da vergüenza decir que toman pastillas.

XL. ¿Y echa algo de menos de los años en la CND?

N.D. No. No echo de menos nada, en general. No soy nada nostálgico ni nada materialista: si se me pierde algo, me digo que ya aparecerá, o me compro otra cosa. Y si te gusta esto [coge el pequeño busto de Tchaicovsky], te lo doy ahora mismo. No tengo apego ni a las cosas ni a la gente.

 

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