Miel Otxin se salva de la hoguera

Martes de Carnaval. Cae la noche en las calles de Lantz. Miel Otxin, el peor y más temido de los bandidos, ha sido capturado y a ritmo de txistu y tamboril es conducido a la hoguera para su ajusticiamiento. Este año, sin embargo, habrá indulto para el malhechor y Ziripot, el hombre bonachón y gordinflón hecho a base de sacos rellenos de helechos; Zaldiko, el caballo de Miel Otxin; los Arotzak (herreros), que corren con martillos y tenazas para atrapar a Zaldiko; y los Txatxos, enfundados en pieles de animales y armados con palos y escobas; se quedarán en casa. No han perdonado las fechorías de Miel Otxin, sino que están centrados en derrotar a un enemigo aún más poderoso, el coronavirus. Por eso, los protagonistas del carnaval de Lantz avisan: en 2022 volverán con más ganas que nunca.

"El martes a la noche es muy especial. Los txatxos bailando el Zortziko, Miel Otxin ardiendo en la hoguera... Es la vida, unos días sagrados, pero este año no toca. Ahora mismo hay otras cosas que me preocupan más, como infectarme del gusano ese", asegura Esteban Aristegi, vecino de Lantz de 68 años, que lleva más de medio siglo participando en el carnaval del pueblo. Comenzó a los 12 como txatxo, de ahí a Zaldiko y por último de Ziripot. "No era mi fuerte. Me metía en un embutido de helechos y me sentía muy agobiado. Por eso no estuve mucho, algún año", apunta.

En la actualidad no se disfraza, "ya no estamos para tantos trotes", pero sigue ayudando a las nuevas generaciones: "Cuando están en la posada, les ayudo a vestirse, a meterse los sacos, a ponerse los gorros...", explica. 

A pesar de que mira el pasado con cierta morriña, confiesa que es en estos últimos años cuando más ha disfrutado del carnaval: "No es lo mismo verlo desde la calle o un balcón que estar disfrazado. He conocido el carnaval de Lantz cuando dejé de disfrazarme", incide.

El veinteañero Ibai Muskiz empezó como txatxo en el carnaval txiki, que se celebra el martes a la mañana, y desde 2013 participa en el de los mayores como Ziripot. "Los mayores nos han pasado el testigo y nosotros haremos lo mismo con las siguientes generaciones. El carnaval es una tradición del pueblo muy antigua que no se puede perder. Este año desgraciadamente no habrá, pero solo es un parón porque en 2022 volveremos con más ganas que nunca", avisa.

Para él, uno de los momentos más especiales es cuando llega la hora de vestirse en la buhardilla de la posada. "Hay muchísimos nervios porque todo está a punto de empezar. La posada suele estar a tope de gente del pueblo y de fuera que ha venido a pasar el día y se ha quedado a comer", relata.

Itxaso Beunza entiende "perfectamente" que el carnaval se haya cancelado, "pero no es lo mismo que si se hubieran suspendido las fiestas patronales de septiembre. Da mucha más pena", lamenta.

Itxaso vivía el carnaval de niña -– ahora tiene 29 años– como algo "mágico que impactaba mucho", aunque también con respeto: "Cuando Miel Otxin empezaba a arder en la hoguera era como guau, esto da miedo de verdad", reconoce. En la actualidad, sale como txatxo y, a pesar de que han pasado muchos años, lo sigue viviendo con la misma ilusión: "Sigue siendo un momento mágico porque sientes que estás formando parte de algo especial, único y que es propio del pueblo", señala. 

Además, comenta que el carnaval "no es solo la gente que se viste y sale a desfilar. Sobre todo es lo que no se ve, lo que hay detrás, como los vecinos que participan cogiendo los helechos para hacer a Ziripotz. También es juntarte en la posada, las comidas, las cenas... Se implica todo el pueblo".