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Los gitanos vascos que no bailaban flamenco

El pueblo gitano se asentó en Gipuzkoa a partir del siglo XVI, sufrió una dura represión durante siglos, por lo que tuvo que optar por la asimilación o la exclusión, y jugó un papel importante en la cultura vasca
Egilea
Antton Iparragirre
Komunikabidea
El Diaro Vasco
Mota
Erreportajea
Data
2023/11/12
Lotura
El Diaro Vasco

Los gitanos vascos que no bailaban flamenco

La llegada a Euskal Herria del pueblo gitano se produjo en el siglo XV. Ijituak, asiaganbariak, egipcianos, buhameak, motzaileak... Estos son los principales términos con los que se ha denominado desde la Edad Moderna a esta etnia en Gipuzkoa, donde se ha llegado a diferenciar a los gitanos «vascos» de los gitanos «castellanos». Los primeros optaron por la asimilación, por lo que enraizaron y se mezclaron con los autóctonos, llegando a jugar un importante papel en la cultura vasca. Hablaban perfectamente en euskera y se convirtieron en dantzaris, txistularis, tamborileros o bertsolaris. Curiosamente, no mantenían una relación estrecha con el flamenco. Por contra, los que no tenían arraigo social se decantaron por la exclusión, por llevar una vida errante, que no nómada, y en muchos casos delictiva. Ambos mundos lograron sobrevivir como pudieron en un escenario social y político marcado por la xenofobia (rechazo al extranjero), y el racismo (actitud o ideología donde una raza o grupo étnico se considera superior a otra). Se enfrentaron a un incierto futuro que podía desembocar en la represión, el encarcelamiento y finalmente en la expulsión del territorio, como lo demuestra la historia.

El primer documento oficial en Gipuzkoa referido al pueblo gitano es un pleito de 1510 en el señorío de Oñati, entonces independiente de Gipuzkoa. Una vecina de la villa denunció que «dos egipcianas le habían robado ropa y dinero de su casa». En 1523 las autoridades de Hernani pagaban a los gitanos para que abandonaran su jurisdicción, y esto se repitió en otras localidades a lo largo de los años. Los baserritarras denunciaban de forma continuada la rapiña de sus hortalizas y animales. No faltaron violentas agresiones recíprocas con trágicas consecuencias para ambos bandos. Se le prohibió algunos de sus oficios tradicionales, pero disposiciones municipales y forales les permitieron, porque beneficiaba a toda la población, y también a las hipócritas instituciones, la fabricación de cestos, el chalaneo o trato de ganado, el esquileo, la venta ambulante y, como ya se ha dicho, actividades culturales.

Expulsados del territorio

En demasiadas ocasiones a los gitanos no se les reconoció el arraigo social. Las autoridades forales y locales utilizaban el argumento de los Estatutos de Limpieza de Sangre y la Hidalguía Universal, según destaca David Martín, doctor en Historia por la Universidad del País Vasco y técnico en la Asociación Gitana por el Futuro de Guipúzcoa (Agifugi), en su libro 'El Pueblo Gitano en Euskal Herria'. Esto explica que en las Juntas Generales de Gipuzkoa celebradas en 1604 en Tolosa se acordara su expulsión del territorio, lo que fue ratificado en 1651 en Mutriku y en 1655 en Hernani. En el siglo XVI una norma foral permitía el premio de doscientos reales a cualquiera que cogiese a un gitano varón, y cincuenta por cada mujer ó moza; declarando que si oponían resistencia a su arresto, se las podía matar lícitamente, y que la provincia saldría a la defensa del matador.

Gitanos en Zumarraga en 1874.
Gitanos en Zumarraga en 1874. Jean Charles Davillier

En los siglos XVIII y XIX se tomaron disposiciones similares y se comunicó a los alcaldes, y también a los miqueletes, que exigieran a los gitanos a fijar su residencia en el plazo de un mes en cualquier pueblo, con el fin de que abandonaran su vida nómada y errante. Los agentes podían incluso quedarse con los bienes incautados.

En 1980 el Ayuntamiento de Hernani aprobó la expulsión de los gitanos, medida que al final no se llevó a cabo

La realidad es que durante siglos en Gipuzkoa solo contaron con el beneplácito de las autoridades «los gitanos domiciliados en la Provincia, que no inspiren temores ni recelos al vecindario y autoridades, por sus hábitos y conducta moral, y que ejerciendo sus peculiares industrias contribuyan á las cargas provinciales y municipales», como se puede leer en antiguas actas de las Juntas Generales. Los que no reunían estos requisitos eran forzados a abandonar Gipuzkoa y dirigirse a Navarra o a Iparralde. Y eso que muchos tenían apellidos inconfundibles dentro del pueblo gitano vasco‍‍. Cuando alguien dejaba de hablar gitano, de trabajar como gitano y de vestirse como gitano, para el legislador dejaba de ser gitano. Además, se diferenciaba entre el que eran denominados «gitanos vascos» y los «gitanos castellanos».

Un grupo de gitanos.
Un grupo de gitanos. Txalaparta

Aunque pueda parecer mentira este fenómeno se repitió en pleno siglo XX. Así, en julio de 1980 en el Ayuntamiento de Hernani se aprobó, con los votos favorables de Herri Batasuna, Euskadiko Ezkerra y el Partido Nacionalista Vasco, y la oposición de los concejales del Partido Socialista de Euskadi, que se expulsara a los gitanos de la localidad. La medida había sido reclamada por las asociaciones de vecinos de tres barrios del municipio, que consideraban a los gitanos responsables de una situación de insalubridad «que podría provocar enfermedades y contagios entre el resto de la población». Gracias a la protesta de varias asociaciones gitanas y a la mediación del entonces diputado gitano, Juan de Dios Ramírez Heredia, tras intensas negociaciones se llegó a un acuerdo con el alcalde, Juan José Uria, de Herri Batasuna, y se paralizó la expulsión.

Una gitana húngara en Gipuzkoa a finales del siglo XIX
Una gitana húngara en Gipuzkoa a finales del siglo XIX Guregipuzkoa.eus

Familias gitanas contaban con un largo y verificable arraigo social en localidades como Amezketa, Ataun e Itsasondo, entre otros. Apenas se conservan partidas de casamientos por parte de miembros de esta etnia en los archivos de Gipuzkoa, pero si existen de bautismo en Oiartzun, Urnieta, Tolosa y Orio. Los historiadores creen que esto último fue gracias a la labor de los párrocos rurales para instruirles en la fe cristiana. Todavía a mediados del siglo XX en los certificados de nacimiento emitidos por los secretarios de algunos ayuntamientos del territorio no aparecía que el bebé había venido al mundo en un municipio en concreto, sino en punto kilométrico de la N-1 o de una carretera secundaria, ya que eran itinerantes, que no nómadas, y se desplazaban en carros tirados por famélicos caballos o mulas.

Presentes en la cultura vasca

Aguirre, Yturbide, Bustamante o Urtezaval, son los apellidos que más aparecen en la documentación histórica del Antiguo Régimen, y que dan paso a los Etxeberria, Urrutia, Valdés, Berrio o Jiménez a partir del siglo XIX. Se considera que apellidos exclusivos de personas gitanas vascas podrían ser Alunda y Altimasveres, por ejemplo. Parece que, debido a los fenómenos de las expulsiones en los tres territorios históricos, en Euskadi no arraigaron apellidos compartidos por gitanos y no gitanos como Montoyas ni Reyes, presentes en otras provincias de la península.

Gitanos a cominezos del siglo XX.
Gitanos a cominezos del siglo XX. Enciclopedia Auñamendi

Individuos que se consideran guipuzcoanos «de toda la vida», tienen como antepasados a personas gitanas, aunque lo desconozcan. Hoy en día, algunos de los gitanos que habitan en Euskadi y Navarra y que se reconocen como gitanos, no lo son de origen, aunque sí culturalmente.

El gitano vasco ha sido dantzari, txistulari, tamborilero, y hasta bertsolari, y no representante del flamenco

En este sentido, la gran diferencia con los gitanos asentados en otras zonas de la península ibérica fue que la cultura gitana en el mundo vasco se invisibilizó o se absorbió. Aún hoy en día, el pueblo gitano vasco, es diferente del castellano, o del andaluz, y dentro del mismo, existe una heterogeneidad. Artísticamente, el gitano vasco ha sido dantzari, txistulari, tamborilero, y hasta bertsolari, y no representante del flamenco. Hay que matizar que el flamenco no es un género musical gitano en sí mismo, sino que se trata de un tipo de música que nace, como la conocemos hoy, en el siglo XVII entre la población marginal y pobre de Andalucía.

Esta fusión se vio facilitada porque desde el siglo XVI los gitanos hablaban perfectamente euskera o lo que se conoce como 'erromintxela', o caló vasco, que tuvo sus años de máximo esplendor a finales del siglo XIX. No era un idioma ni un dialecto, sino un pogadolecto. Es decir, el resultado de mezclar el léxico de una lengua con la estructura gramatical de otra. Fue desapareciendo poco a poco en beneficio de los nuevos idiomas que iban adquiriendo, como el euskera y el castellano. A esto se une que se prohibió su uso al considerar que les permitía despistar y confundir a las justicias y al resto de la población. Esto no evitó que se conservaran algunos vocablos: dikelatu (ikusi), kurratu (lan egin), mangatu (eskatu), txoratu (lapurtu), kamatu (maitatu), zuautu (lo egin), egaxi (Ijito ez den emakumea), fula (kaka), txau (seme), kalu (beltza), Xorkatu (lapurtu), txuri (labana), txor (lapur)…euskalduna (egaxuek). La lengua mayoritaria que utilizaban los gitanos durante el siglo XIX era el euskera, pero su uso fue decayendo a lo largo del siguiente siglo, principalmente por la mezcla con los gitanos castellanos y los asentamientos en las grandes urbes. En ese momento adoptaron el castellano como lengua vehicular.

Su forma de vestir también fue censurada por las autoridades, pero caló en la cultura folclórica de los vascos, como se puedo ver en carnavales, pastorales y mascaradas de ambas partes de la muga. En su origen estas últimas eran fiestas de gitanos que iban de pueblo en pueblo. Por desgracia, para algunos sectores culturales está asumido como algo propio vasco, restando la importancia al legado gitano de dichas demostraciones, lo que no es muy justo.

Grupo de gitanos con un carro tirado por un burro en la plaza San Martín Agirre de Bergara en 1961.
Grupo de gitanos con un carro tirado por un burro en la plaza San Martín Agirre de Bergara en 1961. Archivo Municipal de Bergara

La música también se convirtió en una escapatoria del estigma social para los gitanos. Era un trabajo que se podía compaginar con otras labores, como por ejemplo el esquileo. El oficio de txistulari y de tamborilero o txuntxunero fue ejercido por gitanos y agotes durante siglos. La razón es que se consideraba un oficio más propio de las clases marginadas. Eran aclamados por los vecinos de los pueblos en fiestas y su contratación se realizaba conforme a disposiciones reguladas desde los consistorios. En el Archivo Municipal de Beasain se revela que en las cuentas que da Pedro de Arana de Ganzarin de 1760-1761 que éste menciona la contratación de tres músicos gitanos para fiestas.

Mascarada en Iparralde.
Mascarada en Iparralde.

Hubo tamborileros como Ventura de Matá, o De la Mata, que tenía una buena relación con alcaldes, como es el caso del de Amezketa, lo que le protegía ante las autoridades forales. Pero también se produjeron casos en el siglo XVII de expulsiones de miembros del pueblo gitano por el mero hecho de ser tamborilero. Incluso los curas denunciaban desde el púlpito que su música daba lugar a unos bailes que incitaban al pecado. A partir del siglo XVII se inició un proceso de funcionarización del tamboril que se prolongará hasta bien entrado el siglo XX, y que supuso que el músico gitano fuera reemplazado por el autóctono.

El 'ttunttunero' navarro Javier Echeverría con los Gigantes de Pamplona en los Sanfermines de 1909.
El 'ttunttunero' navarro Javier Echeverría con los Gigantes de Pamplona en los Sanfermines de 1909.

Un ejemplo paradójico es el del txistulari gitano Francisco Jiménez. Tocó en las fiestas de San Fermín desde 1745 hasta 1795, incluso con sus dos hijos y fueron calificados por el ayuntamiento de Pamplona como «no muy buenos». Pero un año intentó estafar al consistorio y fue descubierto. El escribano dejó escrito: «a este nada se le dio porque trampeó el tambolín dando a otro para que cobrase, como cobró». También destaca el caso del 'ttunttunero' navarro Javier Echeverría que acompañó a los Gigantes de Pamplona en los Sanfermines entre los años 1847 y 1911.No hay documentado ningún caso similar en Gipuzkoa.

El baile «de gitanos»

Los gitanos tuvieron un importante papel en la danza vasca. Un acta del Ayuntamiento de Errenteria fechado en 1615 revela que con motivo de las Fiestas de Madalenas se decidió programar dos bailes, y curiosamente llama a uno de ellos «de gitanos». El profesor e historiador David Martín Sánchez señala que este «baile de gitanos» probablemente lo representaran los aludidos mozos, a través de una mascarada simulando el estilo de los Kaskarots de Ziburu, o quizá fueran los propios gitanos los danzarines, quienes desde su llegada a la península en el siglo XV empezaron a participar en las fiestas del Corpus con sus bailes. Mantiene que «los gitanos que bailaban en las fiestas de Errenteria en 1661 –o a los que imitaban– no lo hacían con esos ritmos sureños acompasados de fandangos o bulerías, sino que lo hacían con ritmos de la tierra, ritmos arraigados que luego ellos transformaban en algo particular poniéndole su «toque gitano».

Dantzaris en la procesión del Corpus Cristi en Oñati.
Dantzaris en la procesión del Corpus Cristi en Oñati. DV

También se puede destacar la existencia de testimonios de cómo los gitanos bailaban en las puertas de los caseríos de Oarsoaldea, lo que significa que también habría músicos.

Otro caso curioso se conoce en Oñati en el siglo XVI. El mayordomo que anotaba las cuentas de la procesión del día de Corpus Cristi de 1561 escribió «dançantes de gitanos», todo apunta a que porque o eran de raza calé o sus danzas imitaban las de los gitanos. Se conformaron con que les dieran de comer «una colagión de seis reales», incluido el alquiler de cascabeles para el baile, que comenzaron a utilizarse un año antes.

Por primera vez aparece en 1597 un posible nombre al que se podía la responsabilidad de la 'korpus dantzak' oñatiarra. Esta teoría se basa en que la partida de sus gastos se dejó señalado: «así mismo, a Miguel de Lazcano y consortes quatro ducados por la dan a del Corpus», que siguen siendo citados en los siguientes años, en vez de los gitanos del inicio.

'Sonakay'. Se ha convertido en uno de los mejores exponentes del siglo XXI en la fusión de las culturas vasca y flamenca

Desde principios del siglo XVII también se celebra el día de Corpus Cristi en Donostia, y en una ocasión actuó una cuadrilla de dieciocho danzantes «egitanos». Juan Ignacio de Iztueta atestiguó en 1824 que en la época de su juventud en todos los pueblos guipuzcoanos se solía representar la danza de espadas los días de Corpus y del santo patrono y que los gitanos la conocían muy bien.

En este contexto, no se puede dejar pasar por alto la fiesta de los Caldereros de San Sebastián, en la que las tribus de gitanos de la Hungría desfilan por sus calles con ilusión para anunciar los carnavales. Su origen está en que la ciudad fue lugar de paso y parada de tribus nómadas, artesanos trashumantes, que realizaban diferentes trabajos de reparación de utensilios y cacerolas de metal, desde antes del siglo XIX. La comparsa como tal nació en 1884, existe un precedente en el año 1828.

El que hablaran euskera, contaran con un ingenio innato y estuvieran integrados en los pueblos permitió que existieran conocidos bertsolaris de origen gitano. Seguramente su presencia en el escenario sería recibido por muchos espectadores con sorpresa inicial, y no sería de extrañar que a no pocos les produjera animadversión, en base a su sentimiento xenófobo y racista desde la cuna.

El grupo Sonakay, ejemplo de la fusión en la actualidad de las culturas vasca y flamenca.
El grupo Sonakay, ejemplo de la fusión en la actualidad de las culturas vasca y flamenca.

Después de todas estas historias, es indudable que en este siglo XXI la situación de los gitanos en Gipuzkoa ha mejorado mucho, y el arriago social es mayoritaria. Es significativo el caso del grupo de Errenteria 'Sonakay'. Se ha convertido en uno de los mejores exponentes del siglo XXI en la fusión de las culturas vasca y flamenca. Saltó a la fama gracias a su versión de 'Txoria txori', de Mikel Laboa, y su exitosa participación en 2018 en el programa televisivo Got Talent, que les cambió la vida. Nadie se imaginaba a cinco gitanos cantando en euskera y por bulerías.

Su cantante, Jonatan Camacho 'Yoni', ha destacado en alguna ocasión que «soy euskaldun y gitano: vivo con orgullo mis dos culturas». Admite que ha crecido tanto con Laboa como con Camarón, con Xabier Lete como con Paco de Lucía. Lamenta que actualmente todavía existe «muchísima» discriminación contra los gitanos. S«e ha avanzado mucho, pero el camino es aún largo. Cuando un gitano la lía su historia abre el telediario, pero se cuenta poco de tantos gitanos que llevan vidas parecidas a las de la gente que llaman 'normal'».

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