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Hemen zaude: Hasiera Hemeroteka «La danza debe evolucionar desde la tradición que surge de cada cultura»

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«La danza debe evolucionar desde la tradición que surge de cada cultura»

Israel Galvan - Bailaor

Israel Galván de los Reyes (Sevilla 1973) es de aquellas personas que emana arte por cada poro de su piel, influyendo, por ello, en lo más cotidiano hasta llegar a su intransferible concepto del baile. Todo en él es arte. Como todos los grandes, la humildad le caracteriza, una humildad sin pretensiones, sin apariencias, porque en Israel todo es sinceridad.
Egilea
Curro Velazquez Gaztelu
Komunikabidea
Gara
Mota
Elkarrizketa
Data
2016/06/02
Lotura
Gara

Su baile no es un producto premeditado, él baila como siente y siente como baila. Más admirado de Sierra Morena hacia arriba que en su propio entorno, el bailaor hispalense no deja de crear, de indagar mil posibilidades para enriquecer su día a día.

Tuvo que suspender las actuaciones programadas del pasado mes de abril en Donostia y Barakaldo a consecuencia de un percance cuando bailaba en un escenario parisino. Las fechas de junio han quedado intactas. Para mañana en Gasteiz, con Fla.Co.Men y para el 8 con La Edad de Oro en el ciclo BBK Flamenco de Bilbo. Y es que a Israel le encanta el país de los vascos. Estuvimos una tarde con él y pudimos hablar de su arte, de flamenco, de Euskal Herria... en fin, de la misma vida, que es precisamente de lo que está hecho él, de vida, de pura vida.

¿Bailar con objetos imposibles se ha convertido en su sello de identidad?

Por mi timidez soy reacio al contacto físico cuando bailo, por ello me siento más cómodo haciéndolo con objetos. Aunque hace tiempo bailé en la compañía del mítico Mario Maya. Con Sol Picó también hice algo, que por cierto lo presentamos en Guggenheim y, como no, últimamente he trabajado con el bailarín hindú Akram Khan con “Torobaka”. En estos momentos me encuentro centrado en esa búsqueda, ver cómo puedo compartir el escenario con otros artistas. Para mí es un reto. Para la actual Bienal de Sevilla presentamos “Dju Dju”, con la bailaora Isabel Bayón.

Hoy en día hay una corriente de jóvenes artistas flamencos, cuyas propuestas se dan la mano con conceptos innovadores. ¿Cómo ve usted este nuevo movimiento de vanguardia dentro del flamenco?

Cada vez más los artistas se van expresando sin prejuicios y de muy distintas maneras, sin haber fórmulas estancas y limitadas en cuanto a la creación. Hoy en día hay muchas corrientes y yo veo esencial que haya un gran abanico de maneras posibles.

¿Están considerados el flamenco, y en concreto sus propuestas, mejor fuera que dentro de la propia Andalucía?

Es cierto, yo bailo más fuera de Andalucía que dentro. Me gustaría que no fuese así. La gente que no pertenece al entorno flamenco aprecia y respeta mucho nuestro arte. De todas formas, el baile flamenco actual está entrando en muchos festivales que no son exclusivamente flamencos. Gracias a programaciones en Europa, América y Asia, los y las bailaoras podemos sentirnos satisfechos en cuanto al volumen de trabajo.

En Sevilla, su ciudad, hay mucho aficionado al flamenco más ortodoxo. ¿Han comprendido estos, por fin, su baile?

Ese sector del flamenco me ha puesto todo tipo de etiquetas, entre ellas la de “raro”. Parece que tengo un camino difícil para adentrarme en circuitos más ortodoxos. Yo tengo muchos registros en mi baile, entre ellos el clásico, y tengo la capacidad de adaptarme a las necesidades. Es verdad que he tenido una relación de amor-odio con Sevilla y me imagino que al revés también. Cuando bailo en Sevilla lo hago muy nervioso. Eso sí, en estos momentos estoy en fase de reconciliación con la ciudad que me vio nacer.

¿En el flamenco, siguen aún hoy en día reñidas la tradición y la modernidad? ¿Cree que sus propuestas, al ser arriesgadas, innovadoras y modernas están alejadas de la tradición?

Es que yo no actúo premeditadamente ni me considero un bailaor moderno. Yo soy yo, bailo de la forma que quiero y luego la gente pone el calificativo que quiere. Es cierto que en el presente del flamenco se viven momentos de confusión, porque hoy en día no vale con solo bailar unas Alegrías, unas Soleás y/o unas Farrucas, actualmente tienes que aportar nuevos ingredientes en tus producciones para que así tenga más posibilidades de entrar en circuitos que no sean exclusivamente flamencos. Exigen que traigas nuevos conceptos y fórmulas interpretativas. Y es aquí donde le entra la duda al público, si lo que está viendo es flamenco o es otra cosa. Me gusta reciclarme bailando y, además, con el paso del tiempo la mente y el cuerpo van evolucionando y eso lo reflejas inevitablemente en tu arte. Las cosas que yo hago, es porque me salen a mí y eso es una libertad que yo me doy. Lo importante es que siempre haya una raíz flamenca. Esto es muy importante, ya que es nuestra seña de identidad. Por eso, nosotros tenemos que proponer en nuestro arte lo que nos hace ser distintos a los demás y potenciarlo.

En el flamenco, las familias, las estirpes, el ADN han sido y son la piedra angular por la que se mueve este universal arte. ¿Qué ha significado para usted su familia?

Si no hubiese tenido los padres que tengo, seguro que no hubiera sido bailaor. Yo no era bailaor de vocación, a mí no me gustaba bailar. Yo de pequeño bailaba porque bailaba. Claro, mis padres bailaban y no había otra. Yo bailaba en tablaos por la noche de pequeño casi obligado. Sí es cierto que a mí me gusta el arte en su sentido más amplio, me gusta la literatura, el cine… si no hubiese recalado en el baile, seguramente hubiera hecho algo relacionado con el arte. Al nacer en una familia flamenca, pues toda esa energía la enfoqué en el baile y esta se ha transformado en una herramienta de arte para mí.

¿Qué nexo de unión ve entre la cultura flamenca y la de Euskal Herria?

Tengo que decir que yo bailé en una propuesta mía con una txapela que rezaba: “Gora er Betis” (risas). A mí me gustan las diferencias que hay en lo que se refiere a las emociones. Me motiva mucho el arte que viene del País Vasco y su gente. Lo veo muy rico y diferente, y además hay un punto de unión entre ambas culturas, la andaluza y la euskaldun. A los flamencos nos encanta venir aquí, aparte que nos tratan muy bien, el público es muy respetuoso. Hay una conexión indudable, porque el flamenco es muy de verdad, igual que la gente de aquí, que se dejan la vida luchando en su día a día. Lo mismo pasa cuando juega el Athletic, que se les va la vida en ello. Parecen que van a salir al campo a dejarse la piel cantando por Seguiriya (bromeando).

¿Hay mucha distancia entre el flamenco y las danzas vascas?

En mi espectáculo “La edad de oro”, arranco con un Aurresku transformado en Soleá por Bulerías y no lo hago por el simple hecho de hacerlo, sino porque cuando escucho el Aurresku me mueve algo por dentro a dar la bienvenida y así lo siento. Creo que es muy bonito abrir dando la bienvenida a los que te han venido a ver. ¡Ah! Y con Jon Maya colaboré en una video-danza suya, me fascina su propuesta con Kukai y creo que es imprescindible que la danza evolucione desde la raíz, desde las fórmulas tradicionales que de cada sitio emana. Debe de ser así porque las danzas tradicionales son únicas e irrepetibles y no hay otra igual en cualquier otro rincón del mundo. Las y los vascos son ellos, únicos e intransferibles, por su genética, por su emoción. Y bueno, la música de Mikel Laboa me transporta y me aporta algo incomparable a cualquier otras músicas. A mi hermana, la bailaora Pastora Galván, le monté una pieza con la música del genio donostiarra. Me gustaría introducir en próximas propuestas piezas de baile de la tradición vasca, no por otra cosa, sino la de la pura emoción que me aporta esta forma de abarcar la propia danza.

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