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Chillida Leku abre sus puertas a Kukai

La compañía ha representado 'Topaguneak', una fusión de música, danza y escultura

Egilea
Teresa Flaño
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Kronika
Data
2016/06/19
Lotura
Diario Vasco

Durante unas horas Chillida-Leku volvió a llenarse de público. El espectáculo 'Topaguneak' de Kukai atrajo a casi un millar de personas para disfrutar de una combinación de disciplinas artísticas que hubieran sido muy del gusto de artista que creó ese espacio mágico. El museo fue ayer, como el título del montaje, un lugar de encuentro entre la danza, la música y la escultura. También se convirtió en un escenario para la fusión entre tradición y vanguardia, algo que aplicó constantemente Eduardo Chillida en sus creaciones.

Jon Maya, coreógrafo y director de la compañía, se mostraba momentos antes de que comenzara el espectáculo muy contento con el trabajo que habían realizado en los días previso. «Ha sido una gozada poder disfrutar de este espacio, trabajar junto a las esculturas de Chillida y crear para adaptar nuestro arte al suyo. Hemos estado mirando al cielo todo el rato, pensando que igual había que suspender, pero ha mercido la pena arriesgarse», señalaba antes de dar las últimas instrucciones a los bailarines Alain Maya, Eneko Gil, Ibon Huarte, Martxel Rodríguez y Urko Mitxelena.

Un bailarín, vestido con un traje negro y una corbata verde, apareció entre los asistentes y se subió a la escultura 'Lo profundo es el aire'. Allí tuvo lugar el primer encuentro. Fue con el músico irlandés, afincando en Hernani, Alan Griffin que se encontraba en una de lasventanas del edificio;-en otra se hallaba el cantante Erramun Martikorena saludándole. En ese momento se unieron alboka y danza. También aparecieron otros elementos de la tradición vasca, como un par de ziripots que fueron los que marcaron el camino que el público debía seguir.

Los bailarines, como estatuas

La primera parada tuvo lugar en 'Elogio de la luz'. Allí Goikoetxea y Martikorena interpretaron la composición popular 'Txinaurriak', conocida porque Mikel Laboa la cantó en numerosas ocasiones. Los bailarines, vestidos completamente de blanco y con las caras tapadas con una especie de capuchas también blancas, esperaban dispersados por la campa, junto a varias obras, como si fueran estatuas.

Después se acercaron a un pequeño escenario donde se recreó 'Unisono', una de las piezas de Oskara que se estrenó el pasado año en el Guggenheim. La música que les acompañaba mezclaba una de las constantes de la tarde: sonidos de vanguardia con otros que recordaban a un frontón, a unos cencerros, para acabar con un largo irrintzi.

Después aparecieron dos grupos de joaldunak de Zubieta que hicieron circular al público hacia un nuevo espacio. Desde la organización se tenía miedo de que fuera complicado mover a los mil asistentes, pero la cosa resultó más sencilla de lo que se esperaba. El breve paseo de un punto a otro del museo daba a la jornada un aspecto de romería.

En la escultura 'De música III' tres miembros de la compañía de Errenteria bailaron dentro de la pieza mientras la música corría a cargo de Martikorena. Después aparecieron cinco jóvenes bailarines que trabajan en varios proyectos de formación de Kukai y los zaldikis de Zuberoa mientras que la interpretación musical corría a cargo de Joxan Goikoetxea y Alan Griffin, que tocaba una flauta irlandesa.

Otra parada tuvo lugar en la escultura 'Consejo del espacio IV' donde la dificultad del baile se vio acrecentada por el espacio donde se desarrolló, en la parte superior de la escultura, donde la superficie es muy pequeña. Entretanto Erramun Martikorena interpretaba 'Herribehera'.

El abrazo

'Besarkada' acogió una coreografía donde los bailarines representan la unión. Casi permanentemente abrazados reflexionaban sobre el tema del día, el encuentro. De ahí pasaron a la pieza con forma de mesa donde Lara Mitxelena e Ixiar Jauregi tocaron la txalaparta de madera y también utilizaron una de las esculturas como instrumento para constituir una nueva fusión: madera y hierro. A su ritmo, los bailarines, que habían comenzado tumbados sobre la escultura, presentaron dos pequeñas coreografías.

Los joalduak de Zubieta volvieron a aparecer, esta vez para llevar al público al punto inicial donde se encontraba el mismo bailarín que había abierto el espectáculo, que estaba ataviado como ellos. La coreografía que ponía fin al espectáculo volvió a trancurris sobre la escultura 'Lo profundo es el aire'. El resto de los bailarines desvistieron a su compañero hasta dejarlo totalmente desnudo, en una especie de comunión con la naturaleza que le rodeaba. El público había asistido a un espectáculo único, no se volverá a repetir.

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