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Al son de la ‘Dantza’

Tras su paso por el Zinemaldia, la película más arriesgada de Telmo Esnal, ‘Dantza’, llega este viernes a los cines. NOTICIAS DE GIPUZKOA reúne al director con tres de los dantzaris para hablar de una experiencia “tan dura como bonita”
Egilea
Alex Zubiria / Iker Azurmendi
Komunikabidea
Noticias de Gipuzkoa
Mota
Albistea
Data
2018/12/19
Lotura
Noticias de Gipuzkoa

“Hemos conseguido hacer una película muy contemporánea con la danza tradicional” “Cuando ví la primera pieza que grabamos solo veía fallos. Hasta el Zinemaldia no la disfruté” “Los trajes estaban hechos para cada secuencia. En el agua teníamos escarpines y neopreno” “Era la oportunidad de vivir una experiencia nueva. Nunca te imaginas ser parte de algo así”

Gari Otamendi, Amaia Irigoien eta Joseba Astarbe dantzariak, Telmo Esnal zuzendariarekin Kursaal jauregian

Gari Otamendi, Amaia Irigoien eta Joseba Astarbe dantzariak, Telmo Esnal zuzendariarekin Kursaal jauregian

Para llevar a cabo su película más ambiciosa y personal, Telmo Esnal tenía claro que debía volver a sus orígenes y acudió a la formación que le convirtió en dantzari antes de ser director de cine, Argia Dantza Taldea. Allí conoció a Gari Otamendi, Joseba Astarbe y Amaia Irigoyen, tres de los bailarines que protagonizan Dantza, el filme que, tras su paso por el pasado Zinemaldia, llega a la cartelera este viernes. NOTICIAS DE GIPUZKOA reúne a los cuatro en el mismo lugar donde se proyectó por primera vez, el Kursaal donostiarra, para hablar sobre una experiencia “igual de dura como de bonita” que ha durado más de cuatro años.

El cineasta no lo esconde. “Tengo muchísimas ganas de que se estrene y que la gente deje de preguntarme cuándo la ponen”, bromea. No es para menos, puesto que para llegar hasta aquí, el zarauztarra ha tenido que hacer frente a problemas financieros, climatológicos y de posproducción. Todo ello para hacer realidad un proyecto muy atrevido: narrar el ciclo de la vida únicamente a través de los bailes tradicionales vascos.

Para ello, Esnal ha contado con 250 dantzaris de diferentes grupos de Euskal Herria, siendo el donostiarra Argia el eje central del proyecto. “Era la oportunidad de vivir una experiencia nueva. Nunca te imaginas ser parte de algo así. Es una pasada”, afirma el astigartarra Joseba Astarbe, encantado de ser, junto a Otamendi e Irigoyen, uno de los dantzaris con mayor presencia en la película. Algo que a Esnal le habría encantado vivir: “Según fui conociéndoles pensaba:¡qué pena que no hubiese ningún freak como yo cuando bailaba y salir en una película así!Les tengo mucha envidia”.

La experiencia del filme ha unido estrechamente a los cuatro, que no paran de reír y lanzarse pullas durante todo el encuentro. “Si les preguntas si volverían a hacer una película, seguro que te dicen que sí, pero no conmigo”, ríe Esnal.

El camino de Dantza hasta las salas ha estado lleno de baches. Desde que Esnal se dirigiese hace algo más de cuatro años al grupo Argia “por su forma de bailar”, la producción ha tenido un largo proceso de documentación e investigación, rodajes agotadores en condiciones climatológicas adversas y parones en el tiempo por falta de financiación. “Es un respiro que se estrene sobre todo para mí ante ellos, por todo lo que les he hecho sufrir”, cuenta entre risas el director.

Uno de los primeros “revuelos” de los dantzaris se dio al conocer los trajes que tendrían que llevar. “Cuando hicimos el primer baile y vieron el vestuario hubo comentarios como espera, espera a ver qué va a ser esto”, recuerda Esnal con una sonrisa. “Es que son unos trajes curiosos, que te los vistes y te asustan”, se justifica Astarbe, mientras que Otamendi trata de ponerlos en contexto al afirmar que son trajes “pensados para el movimiento y que encajan perfectamente con los escenarios naturales. Al verlos la primera vez sí que me parecían feos”. “Di mejor que no te gustaban”, apunta riendo el director. “Vale, diré que no me gustaban hasta que los vi en la pantalla”, responde el dantzari.

“También hay que tener en cuenta que están hechos según las condiciones de cada secuencia. Por ejemplo, para bailar en el agua, el traje se tenía que modificar y llevábamos escarpines para meterse en el río y un neopreno. Esas cosas al final, como cuando teníamos una capucha que tapa la cara, te dificultan”, añade Irigoyen sobre el vestuario que ha diseñado Koldobika Jauregui. “Al conocer la simbología de cada baile, Koldobika y yo entendimos la historia de una manera que necesitamos adecuarla a un imaginario. Ningún traje está pensado así porque sí, todo está justificadísimo. Lo que queríamos era que los trajes ayudaran a la historia. Por eso, la primera vez que lo ves, cuando estás acostumbrado a otra vestimenta, crees que el baile es más contemporáneo de lo que en realidad es. Hemos conseguido hacer una película super contemporánea con la danza tradicional”, afirma Esnal.

Al hablar sobre las largas jornadas de rodaje la expresión de los dantzaris deja las bromas de lado. Los tres coinciden en que ha sido una experiencia bonita, “pero dura”, y rememoran maratones de baile en las Bárdenas a pleno sol o en Arantzazu “con muchísimo frío”. No obstante, el récord de horas bailando se dio en Zarautz, dónde grabaron en dos días la escena final de la película cuando inicialmente estaba prevista para cuatro jornadas, ya que tuvieron problemas con el presupuesto y un fuerte temporal asoló la localización.

Pero no solo fue un rodaje físicamente exigente, sino también mental. “No estás bailando todo el rato, pero aunque estés mirando desde detrás o calentando, estás concentrado y es un desgaste psicológico. Ha sido una experiencia tan dura como bonita”, afirma Astarbe.

No obstante, lo que más les costó a los bailarines fue lo aparentemente más sencillo: verse en pantalla. “Cuando vi por primera vez la pieza que grabamos hace cuatro años, salió mi lado más egocéntrico y negativo y pensé que era un desastre. Me fui a la cama con la idea de no volver a bailar jamás, solo veía fallos. Hasta el estreno en el Zinemaldia no la disfruté”, cuenta Otamendi.

"La película merece ser vista en una sala de cine”

Esnal es consciente de que este filme no podría haberse hecho sin el trabajo de los dantzaris -“la película se retroaliementa de lo que ellos aportaban”- y de que se trata de un trabajo que surge “de tres cabezas”: la del propio Esnal, la de Koldobika y la de Juan Antonio Urbeltz. “La firmo yo porque soy el director, pero si alguno de ellos no hubiera estado, habría salido otra película”, añade.

Por todo ese trabajo que hay detrás, de simbología, encuadre, sonido y vestuario, el director y los dantzaris creen que el hábitat ideal para el filme es la sala de cine. “En un momento en el que las salas de cine están en debate, si hay que ver una película allí, es esta. Antes del Zinemaldia la había visto en la pantalla del ordenador y no hay color”, opina Otamendi. “La película lo merece, y además creo que mucha gente va a ir verla más de una vez. Es un filme que con un segundo visionado vas a ver más cosas”, adelanta el cineasta.

Esnal confiesa tener unos objetivos en sala -“pero no te los digo”, bromea-, y confía en el que la película no deje indiferente a nadie: “Si entras al cine abierto y sin prejuicios, vas a disfrutar mucho. Si entras con ellos, también, porque vas a salir con otra visión de todo”.

“En el Zinemaldia me dí cuenta de que hay tantos directores de cine como entrenadores de fútbol. Todo el mundo que la veía me venía y decía: muy bonita, pero esto... Me recordaba a esos entrenadores de bar que tienen la mejor solución para el equipo pero siempre desde fuera”, cuenta Otermin.

“Pero eso es algo normal”, le corta el director, quien pone como ejemplo la conversación con un espectador que le aseguró que la película “se le había pasado rapidísima, pero que si fuese un poco más corta habría estado mejor”. “Lo que tengo claro es que Dantza no va a dejar indiferente a nadie. A alguna gente le va a gustar mucho y a otra nada. Y por eso confío en que se hable de ella;haya un cierto interés especial, y acudan en masa a verla”, afirma.

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