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La danza del abismo

Bilbainos con diptongo

La marabunta rugía con fuerza desde abajo. Y allí, a 27 metros de altura, el txistu surcaba el aire con los primeros acordes del Agurra. Si lo vieron, jamás lo olvidarán. Por ello, en los pasados carnavales de Bilbao la distinción a la mejor txirenada de 2014 correspondió a Alberto Dueñas. El dantzari cuyo baile de salutación sobre la plataforma de la muerte dio la vuelta al mundo. Gran decisión la de otorgarle el galardón, porque su gesto define a la perfección lo que es ser txirene. Alguien que hace algo único, impactante, que emociona y que solo puede pasar en Bilbao. Puede ser generando una sonrisa, una lagrima de orgullo, como en este caso, ambas cosas y algo más. Calambres en la punta de los dedos. Eso sentimos al verle allí arriba. Y todo comenzó con una extraña llamada.
Egilea
Jon Uriarte
Komunikabidea
El Correo
Mota
Albistea
Data
2015/02/23

"Cuando contesté, Larru de Inneventos, me contó la idea y que les habían dado mi nombre". La empresa organizadora contactó previamente con su grupo de danzas Salbatzaile y su alma mater, Begoña. "Pensaron  en mi porque he practicado puenting y escalada y no tengo vértigo", relata. Necesaria virtud para tal empresa, pero exigía más. Nadie había realizado algo igual. Hablamos de cualquier tipo de danza y en todo el mundo, ojo. "De hecho, les sugerí hacerlo en otro lugar, pero insistieron en que la plataforma era clave. Y acepté". Así nacía la txirenada de este hijo de padre bilbaino y madre gasteiztarra que cumplirá, el 19 de agosto, 46 veranos y que se ha criado en el barrio de Castaños. "Soy de Huertas de la Villa y estudié en Escolapios de Alameda Rekalde, así que me he pasado la vida subiendo y bajando por el puente de la Salve". Un gigante de hierro que se deja abrazar por el famoso museo pero que quiso ser, por una vez, el gran protagonista. Por eso, ese 20 de septiembre, se convirtió en la plataforma de salto más espectacular del planeta. Y al verse admirado, decidió compartir la gloria con el humano. 

"No entrené hasta que, durante esa semana, vi las dimensiones y empecé a practicar en casa con una cinta aislante pegada  en el suelo". Aunque existía una gran diferencia. En el puente no había paredes. "Me ofrecieron asegurarme y colocarme unos arneses, pero pensé que sería más peligroso por la posibilidad de enredarme. Y lo desechamos". Imagino a la gente de Innevento con los nervios a flor de piel, mientras el dantzari se subía a una plataforma de metro y ochenta de ancho, sostenida por unos tirantes de acero que limitaban, aún más el espacio. Alberto recordaba cómo el puente se suele mover cuando las ruedas lo recorren. Pero no fue el casó. "La plataforma estaba estable, ya que pararon el tráfico durante la prueba". Lo que no le impidió vivir momentos de tensión. "Cuando Joselu, el txistulari, arrancó me giré para verle, porque no le escuchaba". EL rugido de la marabunta crecía y Alberto buscaba inquieto las notas en el viento. "Por suerte, la gente callo de repente y empecé a bailar". Fue el minuto y medio que todos vimos. Ese que pareció eterno. El que no quiso ver Susana, una de sus hermanas, que desde Valladolid le pidió que le llamara al terminar. "¿No había otro para hacerlo?", preguntaban ella y otros que le quieren. Pero no. Hay momentos reservados para los diferentes. Personas como Alberto, capaces de entrar en la historia sin pretenderlo. "Nunca imaginé tanta repercusión". Cuando lo dice, rezuma la misma sinceridad con la que bailó. De hecho lleva con discreción su gesto, cuando otros le habrían sacado chispas. Ha seguido siendo el dantzari al servicio de quien le contrate. "Ese día venía de bailar en una boda en Etxebarri". Y lo dice como si tal cosa. Por eso repetirá en la próxima cita de los famosos saltos. Y volveremos a ver ejecutar el tradicional Agurra, la cuarta parte del Aurresku, sobre un abismo abierto a la ría. Un instante tan sobrenatural que, tras su valiente danza, hasta el cielo rompió a llover con furia para aplaudirle. Como si tuviera celos del hombre que saludaba a la vida mientras desafiaba a la muerte. 

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