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El último baile
El lekeitiarra Pedro Murelaga deja la danza de la 'Kaxarranka' después de 34 años y cede el testigo al joven Asier Uskola
Cedió el testigo al joven lekeitiarra Asier Uskola, que con apenas 18 años se exhibió ante el numeroso público que se concentró ayer en la villa para admirar una de las más antiguas tradiciones en honor de San Pedro, patrón de la cofradía de pescadores de la localidad.
Ataviado de blanco, con 'gerriko' rojo, casaca negra, 'makila' en una mano y sombrero en la otra, Pedro Murelaga apareció sobre un arca del siglo XVIII sostenida a hombros por ocho jóvenes vestidos de arrantzales. Al son de un zortziko, un fandango y un arin-arin, Murelaga demostró su equilibrio ante la imagen de San Pedro y cientos de espectadores que se refrescaban como podían bajo un sol de justicia.
Después de su primer baile ante la imagen, el dantzari se desplazó hasta la vivienda del presidente de la cofradía, donde repitió la actuación, y concluyó en la Plaza de la Independencia, donde cedió el testigo a Uskola y se despidió de su público. «Estoy contento porque, por fin, hay alguien que continúa la tradición. Mi familia y, sobre todo, mi padre estaban deseando que lo dejara», aseguró Murelaga.
Sin resbalones
Una salva de aplausos e irrintzis animó al joven lekeitiarra a bailar al ritmo de los txistularis. A pesar de los consejos de su predecesor, el nerviosismo ante tanto público expectante era inevitable. «Tú tranquilo. Concéntrate en la música y no mires a nadie, porque te puedes desequilibrar y armar una buena», le aconsejó. Tras escenificar la 'Kaxarranka' sin un solo resbalón, el público le vitoreó y Uskola saludó a los presentes. «El próximo año continuará con esta tradición otro dantzari del grupo Etorkizuna, al que pertenezco», anunció.
Los rituales en honor de San Pedro incluyeron además a las 'llamadoras' o 'Dei eittekuak', media docena de mujeres que recorrieron las calles con los primeros rayos del día para vociferar los nombres de los marineros que debían salir a la mar. «Cuando el buen tiempo permitía salir a faenar, había que despertar a toda la tripulación, y lo hacían llamando a las puertas y gritando sus nombres», explicó una de las llamadoras.
Otra ceremonias fue la 'Kilin-kala' o 'guiño al santo'. Después de la misa, una procesión con el santo a hombros y amenizada con la banda municipal recorrió el puerto. A la altura de la imagen de San Pedro, los costaleros inclinaron la figura sobre el muelle dos veces consecutivas con el fin de pedir buenas capturas durante la temporada de bonito. «A ver si nos ayuda este año, porque, si no, el próximo va al agua», amenazó al santo una mujer.
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