Dokumentuaren akzioak
"El asombro era comparable a ver hoy a una mujer desnuda"
Amaia Aroma, homenajeada en Durango, recuerda la expectación que generó al ser la primera txistulari en desfilar. En Bilbao le prohibieron participar en la Aste Nagusia
«Cuando salía con los txistularis a tocar, generaba una expectación máxima. Me fotografiaban e incluso me pedían autógrafos porque era la única mujer. El asombro que sentía el público era comparable al que hoy en día generaría una mujer que anduviese desnuda por la calle», rememora Amaia Aroma. Como reconocimiento a esta labor pionera será homenajeada hoy por la mañana durante la celebración del 60 aniversario del Txistulari Eguna en Durangaldea.
Amaia Aroma reconoce que empezó a estudiar el txistu por «necesidad» cuando había cumplido ya los 18 años. Su principal motivación fue que el grupo de danzas de la catequesis al que pertenecía precisaba de un txistulari que pudiera tocar las canciones que ellas bailaban. «Mi prima, que dirigía la agrupación, me comentó que, como yo había estudiado solfeo, podía aprender a tocar el instrumento. En el grupo había chicas suficientes para bailar, pero no teníamos a nadie que pudiera tocar las canciones», relata.
Los primeros pasos no fueron fáciles. Ni siquiera el que fuera su profesor, Antonio Urgoiti ‘Itzela’, estaba convencido de la capacidad que podría tener una mujer con este instrumento. Sin embargo, no tardó tiempo en darse cuenta de que estaba equivocado. «Había tenido una alumna anterior y no fue capaz de dominar el instrumento. Creía que conmigo iba a perder el tiempo. Pero cuando vio que yo iba avanzando, me llegó a decir que llegaría a ser la mejor txistulari de Euskal Herria», rememora esta vecina de Durango, que aún conserva el primer txistu que le regalaron elaborado a base de ébano y plata, con su nombre grabado.
«Ni un mal gesto»
Su primera actuación fuera del grupo de danzas ‘Garbi Alaiak’ tampoco estuvo exenta de obstáculos. Recuerda que tenía 20 años cuando quiso tomar parte en el concierto que se celebra durante la Aste Nagusia en la plaza de El Arenal. «Me apunté, pero recibí una carta de la organización negándome la posibilidad de participar. Las mujeres no tocaban, sólo podían ir a la comida», explica.
Su hermana Eskarne, «dolida y enfadada» con este argumento, les respondió que «eso era inadmisible y que iba a participar». Amaia volvió a romper barreras y acudió al acto «tímida, sola y apurada», recuerda al encontrarse rodeada de un centenar de músicos. En 1961, sin embargo, tomó parte en un desfile que se celebró en Pamplona durante las fiestas de San Fermín. En esta ocasión, le acompañaron otras dos mujeres: la duranguesa Susana Zuriturriza, que fue su alumna, y la berriztarra Mertze Alberdi, además de otros compañeros de Durangaldea. Su presencia pasó a la historia a través de la postal que editaron en la capital navarra.
Aunque el camino no fue fácil, reconoce que en el fondo fue una gran afortunada porque sus compañeros la tenían «entre algodones» y nunca sufrió «ningún mal gesto ni ningún desprecio por el hecho de ser mujer» dentro del grupo. En su trayectoria como txistulari también formó parte del Orfeón de Durango. Además, recuerda con especial cariño la primeras fiestas en favor del euskera que se celebraron en Deba. «Nunca nos habían sacado tantas fotografías y todo se debía a que les sorprendía que hubiese una mujer desfilando», apunta.
Por suerte, remarca Amaia Aroma, «las cosas han cambiado mucho» y ahora «la mayoría de los intérpretes en Durangaldea son mujeres». Esta ruptura de límites entre hombres y mujeres quedará plasmada en la 60 edición del Txistulari Eguna, donde será homenajeada en el concierto que tendrá lugar hoy a las 13.00 horas en el pórtico de Santa María de Durango. Pero la fiesta comenzó el viernes con el espectáculo ‘Arozenatarren Kuttuna’ en el Museo Kurutzesant. Ayer y hoy, de 9.00 a 15.00 horas, se exhibe en el pórtico de Santa María una exposición de fotografías y partituras que servirá como repaso a las seis décadas de historia del día dedicado a los txistularis.
Amaia Aroma. / M. Salguero
Dokumentuaren akzioak