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Cerdo agridulce
Barbecho
La sutileza no es uno de los dones de Natxo Montero. Siempre contundente en sus planteamientos, el artista bilbaíno reflexiona sobre los agridulces procesos de creación en "Barbecho". Lo más interesante de su propuesta es la iirónica visión que aporta sobre los mismos, más aún que el desarrollo de la obra en si.
La pieza esta estructurada en tres grandes bloques temáticos. Con el espacio escénico atestado de decenas de castillos de tierra, Montero y Laia Cabrera, ataviados con sendas máscaras de cerdo, desarrollan el primer fragmento, en el cual puercos se revuelcan en el fango, en clara alegosía a la necesidad de tocar fondo para volver a comenzar de nuevo. A la par comienzan a perfilar unos apuntes coreográficos que se repiten constantemente, haciendo pensar en la necesidad que todo bailarín tiene de persistir para llegar la brillantez en la ejecución de una pieza.
Muy hilarantes resultan los diálogos de la segunda escena, en la que Cabrera interpreta a una pedante comisaria de la instalación "Barbecho" del artista Montero. Dardos directos hacia la pseudo-intelectualidad del mundo del arte, comentario jocosos y maledicientes hacia los críticos y ciertos toques autobiográficos que apuntan al humor socarrón -épocas marrón y dorada de Natxo Montero-. Reirse de uno mismo también ayuda a quitar hierro a las cosas.
Renovada la creatividad, el bilbaino consigue finalizar con éxito la frase coreográfica que aparece cual interminable bucle a lo largo de la obra. Lo que era un predio yermo pot agotamiento, se ha convertido en un florecido y abonado campo para continuar creando piezas de la autodenominada "época dorada" del artista bilbaíno. Risas aparte, metalenguaje del proceso de creación.
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