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Así ligaban nuestros padres y abuelos
La velocidad a la que vivimos y la gran cantidad de estímulos que recibimos provocan que solo las propuestas originales y llamativas consigan atraer nuestra atención. También en el ámbito cultural. El historiador legazpiarra José Antonio Azpiazu lo sabe bien y está dando en el clavo con sus conferencias. La última se titula Cómo ligaban nuestros padres y abuelos. Hoy, a las 20.00 horas, la impartirá en la casa de cultura de Legazpi.
Azpiazu explica que es la propia Historia la que le indica qué temas tratar en sus charlas. “La Historia te coloca donde ella quiere. Resulta peligroso hacerle preguntas. Más bien, hay que saber escucharla. Las relaciones que mantuvieron nuestros abuelos es uno de los temas con los que nos sorprende”.
Reconoce que otro de los factores que tiene en cuenta a la hora de elegir los temas es el interés del público. “Hay que buscar aquellos aspectos que interesan a la gente: la comida, el vestido, los modos de vida, los ligues... Sospecho que muchos aspectos que nos enseñan los documentos también interesarían a los jóvenes, pero nos hemos ganado su desconfianza. Debido a ello, no tengo mucha información sobre lo que pueda pensar la gente joven respecto a este tema. Los jóvenes parecen tener todas las respuestas en Internet y no acuden a este tipo de charlas. A veces esta pasividad me extraña. Probablemente, gran parte de la culpa la tengamos nosotros, que no hemos sabido transmitir las auténticas realidades del pasado”.
Él está trabajando para recuperar esa confianza perdida. Esta conferencia es buena prueba de ello. “Resulta un poco llamativo utilizar el término ligar para tiempos pretéritos, pero solo supone una concesión a la mentalidad y el lenguaje actuales. El tema en sí, al ser tan amplio, lo he solido tratar muchas veces, sobre todo al abordar el tema del género”.
¿Y cómo ligaban nuestros mayores? “Ligaban a las puertas de la iglesia, camino del molino, con ocasión de las labores del campo, y, por supuesto, en casa: a veces con las criadas y otras veces con las chicas que les gustaban. Este capítulo daba pie a abusos: promesas de matrimonio que no se cumplían pero que daban pie a tener relaciones, por ejemplo. Esto era muy evidente en la costa: los marineros, con la excusa de que tenían que hacerse a la mar, conseguían doblegar la entereza de las doncellas prometiéndoles matrimonio. Con frecuencia, esta promesa no se cumplía”.
Pero era en los bailes y en la romerías (que se celebraban en ermitas apartadas) donde, indudablemente, más se ligaba. “Sobre todo cuando se disolvía el baile y, a veces ya anochecido, se volvía a casa. En los bailes que se celebraban en la plaza, las autoridades vigilaban la moralidad. Por ejemplo, se impuso la costumbre de que, entre chico y chica, en vez de agarrarse de la mano, hubiese un pañuelo para evitar el contacto. La Iglesia imponía una moralidad estrecha, pero incluso los propios curas tenían una moral laxa en este tema. Además, estaba el tema del temido embarazo, que significaba una deshonra para la familia y un freno para un buen matrimonio. Ahora los medios para evitarlo están a la orden del día, y el sexo se ha vulgarizado, se ha cosificado y perdido su sentido romántico”.
En la mayoría de los casos, no había ningún acercamiento sexual antes de la promesa de matrimonio. Pero las relaciones íntimas antes de la boda eran más frecuentes de lo que se cree. Había muchos hijos ilegítimos o bastardos, cuyo porvenir no era muy halagüeño.
En esto, se llevaban la palma los poderosos. “Había gente que se aprovechaba de su riqueza para conseguir favores de muchachas pobres. Gente influyente que abusaba de su posición y podía engañar a más de una. También había hombres casados que se relacionaban con otras mujeres”.
En público, nada Eso sí, en público, nada de nada. “Cuando yo era niño, ver a una pareja de extranjeros besándose en público suponía todo un acontecimiento. Porque ¿quién ha visto besarse a nuestros abuelos? Esto entraba dentro de la intimidad”.
Azpiazu se ha valido de los archivos para preparar este trabajo, pero considera que sería muy interesante hacer trabajo de campo y entrevistar a las personas mayores. “El contenido de mi conferencia procede casi totalmente de la documentación que he encontrado: contratos, pleitos... Pero que conste que las descripciones ante el juez eran de una crudeza que nos sorprendería. Lo que se ha escrito en torno a los problemas que tocaban al sexo nos ofrece un retrato muy rico sobre este aspecto. Eso sí, sería bueno acudir a los más ancianos a que nos relataran sus experiencias. Me parece un trabajo de etnografía muy interesante”.
Por de pronto, él ha abierto el camino. En Legazpi impartirá esta conferencia por segunda vez. En su estreno, tuvo una buena acogida. “A la gente le encanta descubrir que nuestros antepasados no eran tan retraídos como nos los imaginamos y que en muchos aspectos eran más modernos de lo que nosotros lo hemos sido. En cuanto a la gente mayor, algunos se sorprenden de que nuestros abuelos fueran tan espabilados y tan faltos de prejuicios. Dejan entrever la diferencia que había entre ellos, la mayor parte hijos de la posguerra, y sus inmediatos antepasados, los de la República. Estos últimos eran mucho más abiertos. Me acuerdo de los comentarios de una señora muy mayor que, al terminar la charla, no tuvo empacho en confesar que de novios no se tocaban ni las manos. Eso sí, en la noche de bodas el amanecer les pilló despiertos. No perdieron el tiempo”. ¡Bastante tiempo habían perdido ya!
Romería en el monte Gorla de Bergara, el 3 de agosto de 1947. Fotografía Indalecio Ojanguren (guregipuzkoa.net)
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