Bailar sin vergüenza, reírse del qué dirán, esa es la fórmula. El baile. Hablamos de un arte que nos conecta con nuestro cuerpo y aviva el fuego de nuestra mente creativa. La ciencia astrónoma nos enseñó que todo en el universo tiene ritmo. Todo baila. ¿Acaso no llevaba razón Martha Graham cuando dijo que la danza es el lenguaje oculto del alma...? Esa impresión da pero el baile también es fiesta, disfrute, alegría. Bilbao bailó y baila. Mueve que te mueve el esqueleto, siempre bañado en las aguas de la felicidad. Miremos el ayer y el hoy de esta distracción en la villa.

La sala de fiestas Pumanieska fue uno de los templos del disfrute de un Bilbao que iba sacudiéndose el negro carbón de la posguerra al que Alejandro Sota comparó con los mejores cabarets parisienses en la revista Hermes. Por aquellos años los niños y las niñas bien de Bilbao quedaban debajo de un gran reloj, en la Relojería Berna de la Plaza Moyúa, 1. En su horizonte estaba la calle Euskalduna, donde la sala de fiestas Pumanieska era el paraíso, una tierra prometida para el disfrute. Allí Raphael no se había puesto todavía la h en su nombre, ni tampoco daba saltitos, ni vivía en Miami; Bonet de San Pedro y Los de Palma hablaban de un carpintero (“cuando construyas tu casa...”); Machín le daba a la matraca de sus angelitos negros y a las maniseras maracas. Reinaba el bolero y Los Panchos hacían estragos. Era un Bilbao bailongo.

Pongamos aquel local como punto de partida para revisar cómo, dónde y cuándo baila la villa. Tanto si a uno se le van los pies con David Guetta o Rosalía, como con Carlos Gardel, Kepa Junquera o con los últimos éxitos de la radio, siempre encontrará un espacio donde moverse al son que más le guste. Una gran variedad de pasos, de sensaciones, de sentimientos.

Oiga, oiga quien esto lee, el retumbar de las raíces que suenan como tambores. Aparece en escena Dantza Plazetan que tiene como objetivo potenciar el folklore popular vasco a través de la celebración de romerías populares, alardes de danzas y pasacalles en las plazas y vías públicas. Esta propuesta permite que se celebren diferentes romerías (conocidas también como bailes de la era) en las que participa todo aquel que se quiera unir a esa suerte de caravana de la alegría. Son bailes heredados, de que gente que se encuentra porque se busca, veteranos y aprendices, gente amiga y auténticos desconocidos. es una variedad que llega a nuestra calles desde tiempos ancestrales. Uno de las rincones que más aficionados congrega es la Plaza de Santiago del Casco Viejo. Deusto, plaza del Arriaga, plaza de Karmelo o plaza Aita Donosti son otras tierras elegidas.

Hasta hace bien poco, en La Casilla se celebraba, cada domingo, una sesión de bailables, destinada principalmente a personas mayores y de mediana edad. Durante lo meses de invierno estos bailes sociales tienen lugar dentro del Pabellón de la Casilla y a partir de mayo se llevan a cabo en la propia plaza de la Casilla. Visitar ese encuentro suponía viajar hacia el pasado, cuando los domingos eran los días elegidos. Algunas parejas de edad han demostrado, a lo largo de estos días de fiesta, la habilidad que adquirió en los domingos de antaño, cuando el baile era pura distracción.

La garua es esa lluvia fina similar al sirimiri que dio nombre al tango de Anibal Troilo cuya letra está cargada de soledad y tristeza, y que proclama, Cierre los ojos y escuche. “¡Qué noche llena de hastío y de frío! El viento trae un extraño lamento. Parece un pozo de sombras la noche, y yo, en la sombra, camino muy lento! Mientras tanto la garua se acentúa con sus púas en mi corazón (...) Garua, Asociación de Tango de Bilbao y Bizkaia, agrupa a aficionados al Tango de todos los niveles e intereses, y aporta un lugar de encuentro para aprender, practicar, bailar y disfrutar del tango mediante la organización de clases, bailes, exhibiciones y eventos especiales y culturales. Clases, milongas y eventos tangueros les hacen visibles. Ensaya, una y mil veces, en la terraza Frente al Agua, ubicada en el muelle Evaristo Churruca, junto al Palacio Euskalduna.