Prueba del algodón

Crítica de danza

La prueba del algodón del acierto de la propuesta fue el buen comportamiento generalizado, salvo puntuales excepciones, de un patio de butacas atestado de niños. El público infantil disfrutó con las obras musicales, se entretuvo con las ocurrencias del hada Haizea, que ejerció de maestra de ceremonias, y movió el esqueleto con la disciplinada danza de la treintena de alumnos de la Escuela de Danza y Coreografía de Igor Yebra. Fundado en 2006, el centro regido por la estrella del ballet bilbaína empieza a mostrar sus frutos, en colaboraciones como la presente. Rigor y seriedad son los epítetos aplicables al elenco de bailarines que se esforzaron al máximo, para estar a la altura de las circunstancias. Una pequeña selección del 'Cascanueces' (1892), con música de Tchaikovsky, en la que sobresalió el paso a tres, y dos muestras de danzas de carácter de 'Coppélia' (1870), con partitura de Delibes, fueron los guiños del programa hacia el arte del ballet. Confeso amante de la escuela rusa, Igor Yebra, en calidad de docente, también se ha decantado por el método Vaganova. Muy animado fue el momento en el que la batuta de Iker Sánchez dirigió las palmas de los asistentes, en la popular 'Marcha Radetzky'. Buena iniciativa de la OSE destinada a crear público, ya que el niño de hoy, se convertirá en el adulto de mañana y si ama la música y ballet clásicos, estas artes pervivirán, una generación más.