Abrazo eterno

Un tema con tantas aristas como el de la memoria histórica posee, por definición, una fuerte carga de emotividad. En la obra Unerwartet/Ezustekoa, la emoción primaria, la salida directamente del corazón, procede del poema leído -en una proyección-por José María Aristegui a su padre. Debido al peso de herencia germánica, Mikel ofrece un planteamiento con una emotividad pasada por el tamiz de lo racional. La construcción de la pieza de danza-teatro se nutre de pequeños flashes de escenas que configurar su composición personal de cómo pudieron haber sido aquellos truculentos hechos: la prisión, el fusilamiento, la autoinculpación, el silencio impuesto. La historia tiene potencial pero, en su versión extendida, la obra da la sensación de inacabada. El espectador visiona apuntes interesantes en lo coreográfico, como el escaso momento coral de los cuatro intérpretes o algunos dúos entre Aristegui y Gil Alberdi. Además del clímax dramático alcanzado con la ejecución, resulta de gran intensidad el abrazo eterno entre Julián Aristegui y su mujer, momento con el finaliza el espectáculo.